Las víctimas de violencia de género esperan una media de siete años y cuatro meses en Andalucía antes de verbalizar su situación de maltrato y plantearse la denuncia o acudir a servicios especializados para solicitar ayuda. El proceso psicológico que permite a una mujer darse cuenta de que está siendo sometida a una situación de violencia física o psicológica por parte de su pareja hasta ser consciente de que debe salir de ese círculo de horror es lento y está rodeado de condicionantes de todo tipo que impiden a las víctimas dar el paso. Un estudio de la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género revela que, de media, las mujeres tardan en España 8 años y 8 meses en este proceso, y piden auxilio un año y cuatro meses antes.

¿Qué impide que haya más denuncias?

Del temor a la salida del túnel

Miedo al agresor

El principal freno que impide a las mujeres poner nombre a lo que les sucede es el miedo a la reacción del agresor, el temor a que la violencia aumente, y la impresión de que no van a poder resolver solas la situación.

No se reconocen como víctimas

También hay un 36% de víctimas que admiten que no se reconocían como tal, no se daban cuenta de que estaban sufriendo una situación de maltrato, un 32% que aseguran que, pese a los malos tratos, se sentían culpables y responsables de la situación y hasta un 29% que aseguran que les daba «pena» el agresor.

La respuesta psicológica

Frente a esa realidad, existen factores que tras esos años de espera y de sufrimiento silencioso permiten a las mujeres empoderarse lo suficiente como para buscar auxilio. La mayoría de las mujeres consultadas (54%) declaran que lo hicieron cuando «psicológicamente se encontraban tan mal que tenían que salir de esa situación» o por la gravedad de la última agresión (41%).

Las mujeres más jóvenes reaccionan antes

No es fácil dar el paso

Según María Dolores Luque, presidenta de Hipatia, «las jóvenes parece que están dando el paso antes, la violencia de género estamos viendo que repunta en edades más tempranas, pero también es cierto que muchas consiguen salir y pedir ayuda antes». Víctima ella misma de violencia machista, en su caso tardó 32 años en romper esa vida de sumisión, y lo hizo gracias a la ayuda de sus hijos. «No es fácil, a nosotras nos educaron en que eso era lo que había y tenías que aguantarte, y luego la persona que tienes al lado te mina la autoestima, te aisla de forma que no eres capaz de ver en el pozo en el que estás y, si lo ves, sientes miedo de plantar cara por lo que pueda pasar», asegura. María Dolores relata que empezó a ser consciente de la situación de maltrato psicológico, de insultos, menosprecios e infidelidades cuando llevaba 16 años casada con su ahora exmarido y tardó otros 16 en divorciarse. «Te convences a ti misma de que te tienes que esperar porque tarde o temprano se va a arreglar y cada día te levantas pensando en pasar el día lo mejor posible, y así se te pasan los años, a mí casi 20».

El papel de los hijos

El estudio de la Delegación del Gobierno coincide en el papel que pueden tener los hijos en un sentido o en otro. Por un lado, «las cargas familiares retienen a las mujeres o dificultan la salida de la situación de maltrato», pero a partir de la edad esto puede ser un acicate si estos actúan como puente hacia la salida (en el 30%, ese es un factor desencadenante). «La pena es que no siempre los hijos están dispuestos a ayudar», señala la presidenta de Hipatia.

La experiencia

Conocedora de muchos casos, María Dolores afirma por su experiencia que hay que educar a los hijos y a las hijas en la libertad y en la independencia económica, de forma que romper una relación no suponga quedarse sin nada, como le pasó a ella. «Hay muchas mujeres de mi generación y más jóvenes que siguen con relaciones de maltrato porque la alternativa es irse con una mano adelante y otra atrás, esa historia de que son ellos los que se van no es así, eso ocurre en los divorcios si hay voluntad de las dos partes, pero cuando ellos no se quieren ir y tú estás sufriendo maltrato, la que acaba yéndose es la mujer», afirma convencida.

El empoderamiento de la mujer

En su opinión, para acabar con la violencia de género, hay que «empoderar a las mujeres y eliminar el tabú en las casas, hablar abiertamente del tema y, si alguien de la familia ha sido víctima de violencia machista, hay que hablarlo para que se pueda identificar y para evitar que esos comportamientos se repitan en las siguientes generaciones de adultos», añade.