Conserjes, ordenanzas, guardias municipales, miembros de la banda de música, personal de limpieza y jardines, de la biblioteca, mecanógrafos, ingenieros, personal de alcantarillado, médicos, sepultureros, bomberos, practicantes, cobradores. Los nombres de 249 funcionarios del Ayuntamiento de Córdoba que en 1936 fueron objeto de un expediente de depuración ordenado por el general Varela fueron ayer rescatados del olvido en un acto de reparación y reconocimiento personal que dio un halo de esperanza a las víctimas.

«Nos da mucha esperanza en el futuro, vemos que la justicia, aunque sea tardía y lenta, se abre camino y a todos nosotros, acostumbrados a esperar tanto tiempo, esto nos anima a seguir, no queremos revancha, buscamos justicia, verdad y consolidar la democracia, que no se puede construir sobre una mentira». Son palabras de Antonio Deza, presidente de la asociación Dejadnos llorar, quien ayer acompañó, emocionado, a la decena de familiares que acudieron en persona a recoger la declaración de rehabilitación «de la dignidad» de sus familiares. Así la denominaron algunos. «Esto es muy grande, después de tanto tiempo, no creí que llegara a verlo, no puedo hablar», dijo emocionado Antonio, el hermano del represaliado Rafael Sánchez Colmenero, el que fuera secretario del alcalde socialista fusilado Manuel Sánchez Badajoz. A sus 92 años, no quiso perderse el momento que tanto ansió. «Ya tocaba», recalcaron sus sobrinos, que a pesar de los años de retraso agradecieron «un acto como este, un testimonio de reparación».

Entre los presentes también se encontraba Rafaela Álamo, hija de Juan Álamo, inspector de la Guardia Municipal que fue fusilado el 26 de julio de 1936 y cuyo nombre no aparece en el listado oficial, según la directora del Archivo Municipal, «porque en el expediente de depuración figuran solo 80 de los 111 que ya habían sido asesinados cuando se promulgó».

Según Rafaela, «a mi madre le dijeron que fusilaron a mi padre porque era socialista, y no lo era, me he enterado muchos años después de que lo mataron porque estaba en un sindicato de funcionarios que intentaba equiparar a los guardias municipales con la Guardia Civil y lo denunció un tal Mármol porque sacó mejor nota en la oposición que él». Clotilde Jaén Pérez recogió el documento en honor a su abuelo, José Jaén Morente, subinspector jefe de arbitrios municipales y hermano de Antonio Jaén Morente. Emocionada, como el resto, recordó la historia de su abuelo, al que se llevaron en julio del 36 y al que liberaron, como a varios de sus hijos, condenados al «exilio interior», a la miseria y a los campos de concentración. Por eso, el día de ayer fue para ella y los suyos un día «de alegría, aunque llegue muy tarde», porque las víctimas de los represaliados «solo queremos verdad, justicia y reparación, que tengamos presente lo ocurrido para que no se repita nunca más, para que no olvidemos el valor de la democracia». Que así sea.