La empresa Antonio Cano e Hijos cumple 50 años de actividad y lo hace con los mismos valores con los que el impulsor de esta firma inició su trabajo en el sector agrario al crear un pequeño molino de harina en Luque, antes de diversificarse e introducirse en el mercado del aceite de oliva. «La confianza con el agricultor es primordial para nosotros», indica Antonio Cano, la segunda generación al frente de la empresa. «Somos compañeros de viaje, por lo que, sin esa confianza, no podríamos seguir adelante», insiste.

La almazara Antonio Cano e Hijos es un ejemplo de empresa familiar comprometida con su territorio, la innovación y la mejora continuas para incidir en la calidad de un producto único. Sus orígenes se remontan a 1968 y en la actualidad, medio siglo después, cuenta con una capacidad de molturación de 600 toneladas de aceitunas diarias que, traducido a aceite, serían aproximadamente 120 toneladas de aceite diario. Para llegar hasta aquí, Antonio Cano habla de «supervivencia y continuidad», que está garantizada con la tercera generación ya incorporada al trabajo.

Entre los retos de futuro, Cano destaca la necesidad de buscar mercados en el exterior para vender la cantidad de producto que se prevé obtener en las próximas campañas. «El futuro está en colocar ese aceite fuera», afirma el responsable de la empresa. En la actualidad, esta firma ya está presente en unos diez mercados exteriores, entre ellos Nigeria, China, Japón, Corea o Alemania, país este último donde sobre todo venden aceite ecológico.

En los últimos años, la empresa ha realizado una importante inversión en infraestructuras que ha llevado a modernizar la industria, entre otras cosas con una nueva planta de envasado. La aceitera, que da empleo a 43 personas, tuvo en la última campaña una producción de 23,5 millones de kilos de aceituna y sus ventas superaron los 40,5 millones de euros, parte de los cuales proceden de su negocio en los mercados extranjeros.