Pero mira cómo beben los nenes (y las nenas) en el río. Beben y beben y vuelven a beber los nenes en el río... ¿Cómo seguía esa canción? Pues eso. Miles de jóvenes, estudiantes en su mayoría, ataviados con bolsas de líquido más o menos identificado (algunos llevaban grandes garrafas de una sustancia azul quién sabe si isotónica o no) se concentraron un miércoles más de Feria para cumplir con una de las grandes tradiciones del mayo festivo cordobés, cogerse una papa como un piano, como lo definen los afectados. Se trata de una moda evolucionada del siglo XXI que algunos denominan como botellón y otros concentración juvenil en torno a macetas de plástico (pero no de flores, de plástico he dicho).

A diferencia de los trasnochados ochenteros, que solían reunirse en torno a litronas de cerveza, en la era actual la tradición ha dado un paso adelante para incorporar el alcohol etílico en su estado más puro: ron, ginebra, whisky, su poquito de refresco y, si queda hielo, bien y si no, también. Esta modalidad de concentración juvenil está basada, según los historiadores menos ortodoxos, en la teoría de que la Feria es cara, sobre todo, si uno no se conforma con una papa sin pena ni gloria sino que aspira a perder la vista por completo (léase, ponerse ciego perdío). Efectos colaterales de la crisis.

Si un extraterrestre con malas intenciones hubiera bajado ayer hasta el Balcón del Guadalquivir para estudiar la raza humana antes de una invasión, seguro que hubiera concluido que hacerse con la Tierra es pan comido. ¿Como no hacerlo? Feria abierta con casetas de par en par (quizás se habrían salvado las que tuvieran autorizado el cierre institucional) y grandes concentraciones de terrícolas jóvenes (los más fuertes en caso de lucha) a pleno sol, en riesgo visible de deshidratación, enjaulados junto a un río y con signos también visibles de tener pocos reflejos o capacidad de reacción. Carne de cañón. Los únicos elementos que habrían tomado en consideración como arma inquietante habrían sido, quizás, esos extraños habitáculos de olor intenso a los que se llama aseos químicos portátiles. Puede que la incertidumbre les hubiera replegado. Y es que, desde el aire, habrían podido divisar grandes manchas de colores correspondientes a grupos uniformados de humanos con camisetas en las que habrían leído mensajes de difícil comprensión: «Tú pon la camilla, que de las ganas de pinchar me encargo yo» (TCAE); «Cytóloga cordobesa. Cata ron y cerveza» (CY); «Si te montas conmigo en la noria, practicamos Anatomía Palpatoria» (Medicina); «Tengo un problema con el alcohol. No sé administrarlo» (Administración y Finanzas); «Tú pones la copa y yo te pongo la nota» (Educación Primaria); o «Un publicista no liga. Solo despliega sus dotes de persuasión». (Márketing). Menos mal que, si algún ovni pasó ayer por Córdoba, salió pitando cuando vio la cantidad de controles de la Guardia Civil. No vaya a ser que les tocara soplar.

Ignorantes del riesgo, gran multitud de jóvenes, capaces en la era contemporánea de improvisar en grupo por obra y gracia del whatsap y/o las redes sociales, acudieron ayer al botellón más tarde que de costumbre. La Policía les esperaba temprano, pero no fue hasta las seis y media por lo menos cuando la cosa se empezó a animar. Y vaya si se animó. Previsores como son, llevaban botellas para parar un tren. Lástima que la puntería no la tengan tan desarrollada. Son pocos los que atinan a la hora de colar los restos de la fanfarria en las papeleras de lunares verdes instaladas por Sadeco en todo el contorno.

En medio de la chavalería, multitud de policías locales armados de paciencia se afanaron en cumplir con su cometido. «Niño, si llevas bolsa, por aquí», «a la portada, con botellas, no», «¿tú cuántos años tienes, que llevas ese cargamento de alcohol?». En fin, las típicas preguntas que a nadie le gusta contestar cuando eres joven y rebelde. En el perímetro enjaulado, los jóvenes departieron en animada velada hasta que se les acabó el alcohol, fueron a las casetas a por más, los recogieron sus padres (alguno hay aún que se preocupa) o la ambulancia de Cruz Roja... Fuera, los niños disfrutaban de los cacharritos.

Poco antes del aluvión juvenil, la Feria acogió varias recepciones, como la de la Diputación, que reunió a una multitud de autoridades de Córdoba y provincia. Tras destacar los «valores» de convivencia, solidaridad y tolerancia de esta fiesta, el presidente de la institución se dirigió en su caseta a los trabajadores presentes para agradecer su labor. Los joyeros también celebraron ayer su recepción oficial en su caseta, La Astillera, decorada con diseños de joyas sobre abanicos realizados por alumnos de la Escuela de Joyería de Córdoba. Milagrosa Gómez, presidenta de los joyeros cordobeses, destacó la buena acogida que ha recibido su caseta, que cumple su segundo año en El Arenal y «se llena todas las tardes hasta completar el aforo (casi 400 personas)», indicó. No en vano, La Astillera ofrece conciertos de música flamenca y otros estilos en directo a diario.