Adoptar a un perro no es un invento moderno. Charles Chaplin, en su filme Vida de perro, escenificó por primera vez ante la gran pantalla la adopción de un can. Lo hizo Charlot, un solitario vagabundo que rescata a un perro callejero llamado Scraps, de una pelea e, inseparables de ese momento, inician juntos su lucha por la supervivencia. La historia se repite cada día en Córdoba gracias al espíritu solidario de cientos de familias que abren las puertas de su casa a perros sin hogar.

Azahara Gómez y su marido son un ejemplo de ello. «Yo soy voluntaria desde hace años y nuestro piso es una casa de acogida por la que ya han pasado más de 30 perros». Azahara ha convivido toda la vida con animales. Alberto, sin embargo, tenía cierto recelo con ellos desde que, de pequeño, un pastor alemán le mordió. Pese a todo, cuando se fueron a vivir juntos decidieron probar y ahora no imaginan su vida sin ellos.

«En este momento, tenemos cuatro. Tigre, que fue el segundo acogimiento que hicimos hace siete años; Pepe, el cuarto acogido, que también se quedó; Punky, una perrita muy miedosa que llegó hace poco, pero decidimos quedárnosla, y Catalina, la abuela de todos, una perra mayor que tenemos en acogida». Aunque viven en un piso, Azahara asegura que nunca han tenido problemas. «Lo importante es cómo estén educados. Mis vecinos nos dicen que son una maravilla porque no se les oye, no ladran por cualquier cosa y los que llegan nuevos hacen lo mismo que los nuestros», señala. Encantada con su vida, más llena gracias a sus perros, Azahara reconoce que tenerlos supone una gran responsabilidad. «Cada uno de ellos es como un niño de tres años que depende para todo de ti y al que tienes que dedicar tiempo, espacio y atención», explica, «pero ellos te devuelven lo que les das multiplicado por mil, no solo te ofrecen compañía sino un cariño incondicional».

Alberto y Azahara sacan cuatro veces al día a sus perros a pasear y confiesan que no les gusta ser objeto de crítica de quienes sienten animadversión por la suciedad que dejan algunos. «Yo creo que la mayoría van con la bolsita, pero al final pagan justos por pecadores», señala. Recomienda a todo el mundo vivir la experiencia de la acogida y asegura que «hacen falta muchas casas», pero cree que antes de hacerlo hay que informarse sobre las necesidades de los animales y cómo se debe educar a un perro. «Eso de yo he tenido siempre perro y sé cómo hacerlo no vale, nos pasamos la vida exigiéndoles pero no nos paramos a entenderlos, a comprender su necesidad de cariño y se puede caer en el error de sobreprotegerlos o al contrario», explica. En su opinión, aunque los perros no hablen es posible saber lo que nos intentan comunicar aprendiendo su lenguaje «y para eso yo recomiendo leer, por ejemplo, un libro muy bueno que se llama Las señales de la calma, muy cortito».