Tibo y Prince suelen acudir al centro deportivo de Zaventem a jugar al baloncesto, pero ayer no iban pertrechados con zapatillas y chándal sino que acarreaban un montón de botellas de agua y unos gofres. Sonrientes, estos dos estudiantes de 19 años cuentan que, cuando se enteraron del atentado que se había producido a escasos metros de sus casas, se pusieron en marcha para comprar ellos mismos todo lo que pudiera ser útil a los dos centenares de personas que encontraron un refugio tranquilo en el gimnasio del barrio de Zaventem, donde el ruido de los aviones había cedido el paso a las sirenas de las ambulancias y, más tarde, al silencio.

El alcalde de Zaventem, personal del aeropuerto, equipos de la Cruz Roja, médicos, psicólogos, voluntarios y vecinos se volcaron en la acogida de los turistas evacuados del aeropuerto de Bruselas, que se encontraban en las salas de embarque a punto de iniciar su viaje cuando todo se tornó en caos.

A las 9 horas se abrieron las puertas del recinto deportivo, custodiado por la policía belga, que impedía la entrada a la prensa para preservar la intimidad de quienes habían vivido escenas terribles difíciles de encajar. "Es reconfortante ver a la gente que ha venido a traer comida, agua, sopa. Algunos se acercan solo para darles conversación, para tranquilizarles. La solidaridad es importante", comentó a este diario Dirk Philips, uno de los responsables de la sala deportiva.

Los viajeros evacuados, de múltiples nacionalidades, llegaron en autobuses hasta el improvisado centro de acogida y a media tarde, todavía arropados con mantas, esperaban instrucciones para ser realojados. Los responsables del recinto tenían previsto instalar camas para que pudieran pasar la noche.

"Tener miedo no es la solución. Tenemos que demostrar al mundo que somos más fuertes que ellos. Hay que estar juntos", reflexionaba Prince, con la caja de botellas de agua aún bajo el brazo. Las redes sociales, como pasó en París el pasado noviembre, se movilizaron para ofrecer ayuda en una situación de caos en la ciudad.

El sector hotelero puso habitaciones gratuitas a disposición de las personas afectadas y sus familiares. La Cámara de Comercio habilitó un número de información para responder a todas las cuestiones y ayudar a la gente que buscaba alojamiento para pasar la noche.

En Twitter, bajo el hastag OpenHouse muchas personas se ofrecían a acoger en sus casas a los evacuados. Y en Facebook se creó rápidamente un grupo para organizar el transporte compartido y permitir a la gente regresar a sus casas. El grupo tenía a media tarde 3.200 miembros.