Durante toda la campaña electoral, los dirigentes de Convergència admitían que no era lo mismo ganar por 62 que por 66 escaños y que no es lo mismo tener o no tener mayoría en votos... Y ayer tocó gestionar los 62 escaños y un porcentaje de votos alto pero que no llegó a la mitad. Una victoria clara y rotunda si se tratase solo de unas elecciones, sí, pero un resultado insuficiente para el plebiscito que Junts pel Sí planteó, porque hace a la coalición de Artur Mas, Oriol Junqueras y las entidades soberanistas depender en buena medida de la CUP y ni con la izquierda anticapitalista ganan en votos.

La escenificación de la victoria fue de satisfacción contenida y dio pistas de qué puede pasar a partir de ahora. Mientras el líder de ERC habló en clave de noche histórica para Cataluña y sostuvo que la victoria también era en votos, Mas se mostró más contenido. No pronunció la palabra independencia y, al mismo tiempo que reivindicaba que la victoria es suficiente mandato democrático para "tirar adelante el proyecto", asumía que queda "mucho trabajo" y prometía administrar el escenario con sentido de "cohesión" en Cataluña y ofreciendo "concordia" al resto del Estado, Europa y el mundo. Y también apuntó: "Sabemos en qué condiciones hemos ganado".

Romeva se unió a la línea de la satisfacción contenida. Reivindicó la victoria con la mano tendida: "Este país lo construiremos incluso con los que no están en la lista pero queremos que estén". Y ahí se acabó la comparecencia ante unas decenas de seguidores entre cuyos rostros no reinaba la euforia. La conclusión en CDC es que se esperaban más escaños y no se preveía una participación tan alta. Tan alta que abría las puertas a escenarios no cartografiados, sobre qué votarían los ciudadanos que esta vez sí han ido a las urnas.

En cualquier caso, a partir de hoy mismo, CDC y ERC, junto a los independientes y las entidades soberanistas tendrán que hacer mucha política y ejercitar a fondo el significado de la palabra pacto. La victoria no es ese resultado rotundo que Mas reclamó durante la campaña. La mayoría en votos, la que el exdiputado de la CUP David Fernàndez había dicho que era necesaria, se quedó lejos. Y Junts pel Sí tendrá que negociar y quizás poner en práctica lo que Mas dijo en agosto: si no hay un resultado rotundo, el proceso tendrá que tomar un ritmo diferente.

Valga un momento de la noche como metáfora de lo sucedido en Junts pel Sí. Eran las 21.50 horas, cuando el escrutinio dejó a Junts pel Sí con 62 escaños. Se hizo el silencio mientras en las pantallas gigantes se emitía la euforia en la sede de Ciudadanos. Una mujer empezó a animar a los congregados con gritos de "¡i-inde-independència!".

EL PRECIO DE LA CUP Hasta ayer, fuentes del gobierno catalán daban por hecho que la CUP apoyará la investidura de Mas por dos razones. En primer lugar, porque de no hacerlo sería considerada responsable de bloquear el camino hacia la independencia. Y, además, porque la proporción de escaños entre Junts pel Sí y la fuerza anticapitalista es de 6 a 1, aproximadamente. Otra cosa es el precio que pongan los de Antonio Baños a la investidura. Cabe recordar que en el mitin central, la posición de la CUP fue clara: plan de choque social, declaración de independencia, inicio del proceso constituyente y elección de un presidente "de consenso". Todo ello, además, en este orden.