Mannheim , un avión bautizado con el nombre de la tercera ciudad del estado alemán de Baden-Wurtemberg y que estaba cerca de ser jubilado, protagonizó ayer la quinta catástrofe de la aviación comercial internacional en apenas un año. Un Airbus A320 de la compañía alemana de bajo coste Germanwings --filial de Lufthansa-- que había despegado del aeropuerto del Prat y se dirigía hacia Düsseldolf se precipitó en uno de los enclaves más recónditos de Francia, en pleno corazón de los Alpes, con 150 personas en su interior, entre ellas 45 españoles. No se tiene constancia de ningún superviviente y la dificultad de acceder por carretera al lugar del siniestro mantienen en una incógnita las causas de la tragedia. Las autoridades francesas no descartan "ninguna hipótesis" porque las condiciones meteorológicas de la zona eran buenas y el aparato no emitió alerta alguna antes de caer durante ocho atroces minutos desde una altura de 9.000 metros hasta 1.800 metros.

El vuelo despegó de la terminal 2 del Prat a las 9.55 horas y debía aterrizar en el aeropuerto de Düsseldorf a las 11.35 horas. En ningún momento hubo señal alguna de alarma, ni mientras la aeronave recorrió cielo español ni cuando se adentró en territorio francés. Pero con casi la mitad del trayecto cubierto, a las 10.47 horas, el aparato empezó a perder altura y su rastro desapareció de los radares. El mensaje de máxima alarma lo emitió un controlador aéreo.

El Airbus se estrelló contra la ladera del macizo del Estrop, un pico de 2.981 metros entre las localidades de Digne-les-Bains y Barcelonette, al norte de Niza. El punto habitado más cercano, el municipio de Seyne-les-Alpes, dista unos 10 kilómetros. Según la lista de la aerolínea, entre los 144 pasajeros, dos pilotos y cuatro ayudantes de cabina que iban a bordo había al menos 45 españoles, 67 alemanes y también personas de nacionalidad turca, belga y holandesa. "Los servicios de socorro solo pueden llegar por helicóptero. No hay carreteras", explicaba Alain Liardet, teniente de alcalde de Haute-Bléone, otro de los municipios cercanos al lugar del desastre, hacia donde se movilizaron 300 bomberos especializados, otros tantos gendarmes y 10 helicópteros para hollar tan escarpado relieve.

El Gobierno español ofreció ayuda al Ejecutivo francés con un grupo de forenses y un equipo conjunto de la policía científica, la Policía Nacional y la Guardia Civil. Los presidentes Mariano Rajoy y Artur Mas viajarán hoy juntos al lugar del siniestro en un avión de la Fuerza Aérea Española. Pese a los escollos orográficos, el presidente de Francia, François Hollande --que casualmente recibía ayer en el Elíseo a los Reyes de España--, dio por seguro apenas una hora después del impacto que no habría supervivientes. La confusión fue mayor en torno a las causas del siniestro. En las primeras horas, las autoridades francesas parecieron descartar la hipótesis terrorista al subrayar que el fuselaje del Airbus quedó partido en trozos grandes, un hecho que descartaría, por ejemplo, que el avión hubiese explotado.

Sin embargo, la estampa que hallaron los servicios de emergencia fue muy distinta. La aeronave quedó hecha añicos y sus restos y los cadáveres, esparcidos en un radio muy grande. El primer ministro francés, Manuel Valls, evitó la palabra atentado y se limitó a asegurar que los investigadores trabajan con todas las hipótesis sobre la mesa. El elemento clave será el contenido de las dos cajas negras, una de las cuales fue localizada ayer.

Al descartarse causas meteorológicas, la otra hipótesis es el fallo técnico, que es por la que se inclinan los expertos del sector. De hecho, en noviembre pasado, un avión similar de Lufthansa que volaba de Bilbao a Múnich sufrió una pérdida de altitud debido al bloqueo por congelación de las sondas del ángulo de ataque, responsable de la sustentación del aparato. Germanwings se apresuró a rechazar la edad del avión como posible detonante. Mannheim tenía 24 años de vida comercial, cuando la edad media de una aeronave es de 25 años. Pero Germanwings aclaró que las compañías suelen alargar la vida de sus aviones incluso hasta los 30 años. El último "control de rutina" lo pasó el lunes en Düsseldorf y el último "control total" se efectuó en el 2013. El piloto tenía 10 años de experiencia y 6.000 horas de vuelo.

La noticia de la catástrofe llevó a los familiares de las víctimas al aeropuerto del Prat, en una desesperada búsqueda de información sobre los suyos. Hasta la terminal 2 se desplazaron también equipos de psicólogos y especialistas que atendían a las familias, mientras los Mossos recogían muestras de ADN para cotejarlas con los cadáveres.

Con cuentagotas se fueron conociendo datos de los pasajeros: turistas alemanes que volvían de vacaciones, representantes de empresas españolas que viajaban a una feria en Colonia, dos trabajadores de Bayer, 16 estudiantes alemanes y dos profesores que volvían después de un intercambio con estudiantes, una madre y su hijo que regresaban tras un funeral en Jaca... Edades y perfiles transversales que ayer quedaron unidos por la fatalidad en los Alpes.