Lo importante no es que se lo cuenten, sino que se lo crean... ¿les suena? No sé si recuerdan el canto agorero que les anunció durante meses que el Córdoba siempre rindió por encima de sus posibilidades; tampoco sé si recuerdan el salmo profético que les insistía en la plantilla corta; no sé si recuerdan los versos cansinos que exaltaban al anterior técnico por encima de todo un proyecto de club y ciudad, como si su destitución hubiese sido una catarsis propia de tragedia clásica.

Como no sé si el laboreo usual de su memoria retiene esos detalles, se los traigo yo para levantarles del banco de acusados en el que les sentaron por creer que este equipo era capaz de llegar a la final. A 180 minutos de Primera. Esa es su realidad... y la mía.

No les sorprenderé si les confieso abiertamente que hace tres meses jamás hubiese apostado por este desenlace. Cualquiera con sano juicio tampoco lo habría hecho. La herencia de un equipo temeroso, las probaturas de pretemporada del nuevo y los intereses creados por hurgar en el costado de la propiedad invitaban a un desenlace agónico. La gesta en El Molinón culminó la odisea improvisada del Córdoba. Probablemente las cosas hubiesen pintado distintas sin aquella hazaña, pero estaba escrito que el Córdoba tenía que subir al Gólgota para su redención.

Y así ha sido. Es el triunfo del empeño, magistralmente titulado en este Diario; es el triunfo de los que siempre creyeron, de los escépticos y, más aún aún si cabe, de todos aquellos que burlaron su mala ventura, porque gracias a todos está aquí. A 180 minutos de Primera. Esa es su realidad... y la mía.

¿Tienen vértigo, eh? El vértigo del desenlace les ha llevado a la eliminatoria de sus vidas inesperadamente. Exponen su fortuna en un ida y vuelta trepidante bajo el foco del mejor escaparate. Sí, Las Palmas --un equipo que los sabios velaban en sepelio-- es el último peldaño de la historia de una escalera que asoma al balcón del ascenso. Tras 42 jornadas de penitencia, una por cada año de exilio; y dos más de fase de ascenso, el Córdoba presenta sus aspiraciones en una final de infarto.

Construido a sí mismo a base de recibir manotazos, confía su suerte a la solvencia defensiva y a una solidez posicional que exasperan al rival hasta darlo de bruces con la realidad. Subrayen el titular: el Córdoba ajusta cuentas con su historia. Lo importante no es que te lo cuenten, sino que te lo creas: "¡A 180, a 180... en Primera!".