Apenas han pasado tres meses desde que la Unesco concedió a la fiesta de los patios el ansiado título de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad y ya han salido a la palestra dos asociaciones nuevas en torno a este tema, que durante años solo tuvo como interlocutores al colectivo de Amigos de los Patios y a la asociación de propietarios Claveles y Gitanillas. Y es que el título ha despertado tantas expectativas de negocio como temor a desvirtuar una tradición o a generar divisiones que den al traste con la fiesta.

De momento, el debate se centra en si sería conveniente abrir los patios más allá del concurso de mayo o no. Los que apuestan por esta idea creen que sería una buena forma de evitar la masificación que se registra durante los días del festival, así como una fuente de ingresos que contrarrestaría la escasez de ayudas que reciben para el mantenimiento de los recintos. En realidad, la idea de mostrar los patios fuera de mayo no es nueva. Desde hace unos años, hay patios que abren sus puertas a los visitantes de forma gratuita cuando llega la Navidad, a lo que se suma el proyecto Descubrir los patios cordobeses que ofrecía una ruta guiada por casas de San Lorenzo y Santa Marina y que cristalizó el año pasado en una empresa, constituida por un miembro de Claveles y Gitanillas, Rafael Barón, que comercializa una ruta guiada entre marzo y mayo y de septiembre a noviembre.

La novedad es que esta vez la iniciativa parte de un grupo de propietarios del Alcázar Viejo que, sin dejar de ser socios de Claveles y Gitanillas, han creado una nueva asociación para hacer valer la idiosincracia de su barrio, lo que ha suscitado la polémica entre los que piensan que solo buscan su propio interés económico y aprovecharse del maná que esperan que surta a los patios de ayudas.

En diciembre del año pasado, otra asociación, en este caso de carácter sociocultural, se daba a conocer abogando por "la esencia" de los patios y negándose a "mercantilizar" la fiesta y los recintos que la sustentan. Este colectivo está en contra de que las casas de particulares se exhiban todo el año al público porque los patios solo están en su máximo esplendor en primavera y, si se abren demasiado, las plantas se resienten, y también se oponen a cobrar a las visitas porque consideran que la convivencia de los que viven y los que vienen a ver es lo que da sentido a esta fiesta.

La reivindicación de subvenciones es otro de los caballos de batalla que divide a los amigos,

propietarios y vecinos de los patios. Una parte de los cuidadores defiende que las instituciones públicas deben aportar más dinero para que los patios luzcan en mayo y para garantizar su rehabilitación y mantenimiento. Otros creen que lo que hace falta, dada la situación económica actual, son iniciativas privadas que, produciendo el mismo beneficio, generen empleo, movilicen a la sociedad e impliquen a sectores productivos que se ven beneficiados indirectamente de la fiesta de los patios.

En medio de este maremagnum de asociaciones, hay voces que piden que el Ayuntamiento intervenga y ponga orden. Es la postura de la asociación Amigos de los Patios, la más antigua de todas, que pide además que se llegue a un consenso entre los grupos políticos en todo lo relacionado con este tema para evitar que todo cambie con cada cambio de gobierno. Consideran que la fiesta, "de la que ahora unos pocos parecen querer sacar tajada", evoluciona, "por lo que tenemos que ir adaptándonos a los cambios".

No se niegan a que los patios se abran fuera de mayo, siempre que se organice debidamente, con unas bases, con vigilancia y con la coordinación del Consorcio o el Patronato de Turismo. "En caso de que acordemos abrir, lo bueno sería trazar unas rutas y quien esté dispuesto a sumarse que lo haga".

Las distintas posturas se enfrentan a una realidad. Los patios no son de propiedad pública, por lo que todo depende de la voluntad de los propietarios de cada recinto, que, al final, son los que tienen la última palabra.