Las cifras son escalofriantes. Basta mirar alrededor y comprobar la situación de creciente necesidad en la que viven cada vez más familias cordobesas, obligadas a acudir a comedores sociales o a pedir alimentos a las oenegés, para que resulte bochornoso conocer el volumen de alimentos aprovechables que acaban en la basura. Y eso, por no hablar de los datos a nivel mundial que advierten de que 40.000 personas, de las que un alto porcentaje son niños, mueren de hambre al día (17 millones al año), lo que significa que cada dos segundos muere una persona en algún lugar del planeta por desnutrición.

El último informe de la Comisión Europea destaca que España es el sexto país de nuestro entorno que más alimentos desperdicia y que cada español tira a la basura una media de 163 kilos de comida al año, o lo que es lo mismo, medio kilo al día. En Córdoba, donde las instituciones humanitarias dan de comer a 33.000 personas gracias al trabajo del Banco de Alimentos, se estima que se desperdician en torno a 130.000 toneladas de comida. Lo que resulta más llamativo es que, al contrario de lo que se pudiera pensar, no son los supermercados quienes más derrochan, ya que el 42% de esos alimentos que van a la basura antes de tiempo proceden de hogares particulares, frente a un 39% que tira la industria, un 5% que se pierde en la cadena de distribución y un 14% en el ámbito de la restauración.

El año pasado, según el gerente del Banco de Alimentos de Córdoba, Joaquín Cabello, esta institución repartió alrededor de cuatro millones de kilos de comida a más de 200 organizaciones, entre ellas Cáritas, comedores benéficos, casas de acogida, Cruz Roja o residencias de mayores. "La mitad de esos alimentos son productos perecederos procedentes de excedentes agrícolas europeos que, de no ser reconducidos por el banco, también acabarían en los contenedores".

Para cambiar ese hábito tan arraigado en la población de llenarse el plato hasta los bordes para acabar satisfecho a la mitad y tirar el resto, debería bastar con pensar en que mientras esos alimentos se convierten en desecho, miles de personas pasan hambre. Si eso ocurre, según el director de la Cátedra de Estudios sobre Hambre y Pobreza de la Universidad de Córdoba, José Esquinas, es porque además de la crisis económica, la sociedad actual sufre una crisis de valores que permite que se produzcan más recursos de los que se necesitan, a sabiendas de que se van a tirar y olvidando el impacto medioambiental que tanto su producción como su eliminación suponen.