Dentro de un tiempo, cuando el Córdoba esté inmerso en una nueva temporada, alguien se sentará y mirará hacia atrás. Entonces es muy probable que llegue la melancolía, la añoranza. Solo el paso del tiempo da la perspectiva; solo cuando todo esto haya pasado, el que realmente lo haya vivido con pasión es el que será consciente de todo lo que se deleitó. Quizá quien no se haya atrevido a dar el paso al estadio o quien incluso desde dentro no haya querido disfrutarlo, se dé cuenta de lo que se perdió. Acaba hoy la temporada regular en El Arcángel. La Liga más maravillosa que se recuerda en décadas. Un derroche de fútbol, un éxtasis de emociones, un idilio con una afición entregada que ha respondido cuando se le ha llamado con precios asequibles y que si no ha ido más es por culpa de unos absurdos horarios y por la grave situación económica.

Nada de eso empañará un año de ensueño en El Arcángel, que por fin ha sido un fortín. Solo un equipo logró la victoria, el Deportivo (0--2) y seis lograron un punto (Almería, 1--1; Villarreal B, 1--1; Barcelona B, 1--1; Recreativo, 0--0; Celta, 0--0; y Sabadell, 0--0). Los trece restantes hincaron la rodilla. De ahí que los números del Córdoba como local sean de Primera División: 45 puntos, uno menos que Celta y Valladolid, segundo y tercero.

EJEMPLO DE LAS PEÑAS El Arcángel ha sido una fiesta continua. Empezando por los prolegómenos. Se ha forjado una identidad propia. Ya no hacen falta altavoces ni megafonía para que el himno blanquiverde retumbe en cada rincón del estadio. Cada hincha, con su bufanda al cielo, se encargó de crear un gran concierto cada domingo, con la dosis intimidatoria para el rival que esto conlleva.

Hoy las peñas volverán a dar un paso adelante --quizá el que muchos han echado de menos que diera el club-- para engalanar el graderío. Se pide que cada aficionado lleve una bolsa llena de papelitos para lanzarlos cuando el equipo salga al campo. También se volverán a llevar globos blancos y verdes, como ya se hiciera ante el Cartagena. Pero por encima de todas, la iniciativa que más glamour da al partido es el recibimiento al equipo. Hay una convocatoria para que todos los aficionados que puedan estén a las 18.15 horas en las taquillas del estadio, en el fondo norte, para recibir la entrada de la plantilla, que llegara sobre esa hora en autobús.

Trata el público de que no sea un partido más; básicamente porque no lo es. El Córdoba podría clasificarse matemáticamente para disputar las eliminatorias de ascenso a Primera. Para ello tendrá que ganarle al Murcia y esperar que no lo haga el Almería en Guadalajara. El empate le vale si los almerienses pierden.

¿PUNTO Y SEGUIDO? Será una tarde como las de antaño, de fútbol tradicional, verdadero, pasional y trepidante. Todos los partidos con algo en juego se disputan a la misma hora, a las 20.00. Tarde al sol de transistores, con una mirada puesta en Guadalajara, Tarragona (donde juega el Hércules), Alcorcón (allí va el Valladolid) y Alicante (el Hércules recibe al Xerez).

Coincide el partido no solo con los días grandes de la ciudad, sino con la recuperación del estilo de juego blanquiverde que ha enamorado a medio país esta temporada. El pasado miércoles ante el Cartagena se atisbaron esas pinceladas de fútbol que han hecho vibrar a la afición cordobesista. El broche lo puede poner esta tarde si es capaz de lograr la octava victoria en casa de la segunda vuelta, periodo en el que solo el Sabadell ha conseguido puntuar en El Arcángel.

Jémez podrá contar con casi todo su equipo de gala. Es el penúltimo paso en un camino que se suponía sinuoso y está siendo un crucero. Es la última oportunidad para que los que faltan se apunten a la fiesta, para que la prolonguen de El Arenal al estadio, para que formen parte de esta maravillosa historia.

Las oportunidades pasan; el tiempo también. Quedan noventa minutos de gozo. Cuando la noche caiga y el árbitro pite el final, habrá concluido una Liga irrepetible. Y en la mente de todos quedará un deseo. Que haya más fiesta en junio.