Si "cada uno cuenta la Feria según le va", como afirma el dicho, calculen lo complicado que es hacer una crónica de una fiesta muchísimo más anárquica como es el Carnaval. El caso es que, para relatar las últimas horas antes de que el dios Momo ardiera ayer en La Corredera, hay que remontarse a la noche del sábado en San Agustín, cuando las agrupaciones cantaron, aunque sin micro en ninguno de los escenarios previstos dado el riesgo de lluvia. "Aquí es donde se ve quiénes viven el Carnaval y quiénes no", sentenciaba al respecto Antonio en el bar Millán, un local que es toda una institución carnavalera.

Conforme avanzaba la noche y la fiesta desaparecía de algunas calles, la animación se concentró en puntos como Montero y San Juan de Letrán, donde no cabía un alfiler. A las 2 de la madrugada, antes de que la lluvia aguase la fiesta a los más trasnochadores y concentrase la juerga en los bares, las escenas eran inenarrables: una chirigota cantando un cuplé en el estanque de la plaza de San Juan Bernier (como la llaman tantos carnavaleros, que ya han canonizado al poeta) o un irreverente paso de Semana Santa con Bob Esponja de titular de la cofradía, un vaquero besando a una chica disfrazada de insecto, un parroquiano vestido de caracol, un niño disfrazado de cocinero... y todos ellos en medio palmo en San Juan de Letrán.

La lluvia, que paró la fiesta de madrugada, también se temía al inicio de la cabalgata de ayer. Sin embargo, las agrupaciones no se quedaron con las ganas de cantar, como sí ocurrió en el 2010. Poco a poco, los grupos, con los grandes triunfadores del concurso junto a los más modestos, avanzaron hacia La Corredera en una marcha plagada de anécdotas. Al final, con los participantes agotados por el desfile, también hubo momentos para la emoción. "La verdad... a mí me ha dado mucha pena ver cómo ardía el dios Momo", decía ayer Esther S. Mañoso, la sultana del Carnaval, poco después de quitarse el disfraz. Su sultanato había terminado. Al lado, el presidente de la Asociación Carnavalesca, Antonio Navajas, se despedía de un compañero de chirigota: "La próxima semana nos vemos", decía amistosamente pero en tono de orden sutil. "Es para la chirigota del próximo año", explicó Navajas. Y es que Momo ha ardido, pero deja cenizas suficientes de las que renacer en el 2012.