Los vecinos de uno de los rincones más emblemáticos de San Basilio están de mudanza. No es raro verlos con maletas, amontonando cajas y enseres y transportando sus pertenencias a un nuevo hogar provisional. Dentro de unos días tienen que dejarlo todo libre para que empiece esa reforma que mejorará la fisonomía de dos casas, la 7 y la 9. Sus patios perviven en miles de fotografías y han acaparado numerosos premios, pero eso no evitó que cerraran. El 9 volvió a exhibir su belleza el año pasado y este. Ahora, los dos afrontan una rehabilitación que ayudará a mantener esa imagen que no se olvida.

"El patio se adorna y los vecinos volvemos otra vez, que quede claro", insiste Isabel Rodríguez mientras hace una pausa con su hija, María José Verdejo, para reponerse del trasiego de los últimos días. Lleva toda la vida en el barrio y ahora le resulta difícil mudarse a la plaza de la Alhóndiga. "Es la primera vez que salgo de San Basilio", asegura mientras recuerda sus 31 años en Martín de Roa, 9, de donde se marchará el 3 de septiembre. Isabel muestra, con añoranza, las paredes del patio vacías. Sus flores aguardan la reforma en el Jardín Botánico.

Ana Hidalgo se marcha hoy. No recuerda los años que lleva en la casa. Su memoria de 97 años se lo impide. A pesar de su edad y del trastorno de este cambio, está "contenta" por la obra que acabará con la humedad de su habitación.

María Torres y Manuel García se trasladaron el viernes a la avenida de Almogávares. Llevan residiendo en esta casa 40 años y guardan muchos recuerdos. Manuel cuenta cómo era la parte de abajo, que ha sufrido cambios, ya que tenía cuadras y "en una habitación vivían ocho o diez personas". Ahora afrontan esta reforma con resignación. "Siempre que sea para mejor, bienvenida sea", asegura María.

Algo de miedo tiene Antonia Jiménez, que ocupa desde hace 11 años con su marido una de las viviendas de la parte de arriba de la casa. Su temor es "no volver". A Antonia le gusta el ambiente de las casas de vecinos, esa sensación de estar acompañada, "la costumbre de tener siempre las puertas abiertas". Ellos serán los últimos en marcharse el 6 de septiembre y se instalarán en la Colonia de la Paz. Aunque no le gusta el sitio, que está lejos de sus hijos, ni encerrarse en un piso, se resigna. "Es un trastorno, pero si es para que se arregle esto, nos aguantaremos", señala.

La casa número 7 se quedó vacía el jueves pasado, con lo que ya está lista para emprender la reforma que la transformará manteniendo su esencia.

La presidenta de Vimcorsa, Victoria Fernández, quiere que los vecinos se queden tranquilos. "Los realojados van a ser los mismos y se van a reincorporar a las viviendas que ocupaban", asegura, pero considera imprescindibles estas obras porque rehabilitan viviendas "de personas que lo necesitan", recuperan "patrimonio que define la personalidad de la ciudad" y preservan un elemento que sirve de "imán" para el turismo.