Todo cambia. También las preferencias en materia funeraria y puesto que lo único inevitable es la propia muerte, la dicotomía solo se plantea en cómo queremos descansar en paz. Si hace diez años, la gran mayoría de los cordobeses preferían morir enterrados (79,97%), ahora solo lo hacen algo más de la mitad de los que fallecen en la capital (52%). El año pasado, por ejemplo, hubo 2.575 defunciones y en 1.372 casos se optó por la incineración del cuerpo (46,72%) en lugar de por el entierro.

La progresión de la tradición funeraria en Córdoba a lo largo de la última década es elocuente. Un tiempo que coincide, por cierto, con la existencia de la empresa municipal de cementerios y servicios funerarios de Córdoba (Cecosam), que se creó en el 99. La adecuación de las instalaciones de los cementerios, junto con la puesta en marcha de una amplia cobertura para las cremaciones --como la apertura del Bosque de las cenizas en el cementerio de la Fuensanta--, sumada a la propia evolución social, han resultado cruciales a la hora de cambiar estas prácticas, según la presidenta de Cecosam, Ana Doblas. Responsables de este cambio son también las propias prácticas religiosas. La Iglesia Católica, por ejemplo, prohibió la quema de los cuerpos hasta 1969.

En lo que llevamos de año, en la capital se han cremado ya 193 cuerpos. Y eso que esta opción resulta algo más cara que el entierro. Para la incineración hay que pagar una tasa municipal y hay que sumarle otros servicios como la revisión del forense, el columbario o el ataúd. En total, la incineración cuesta 200 euros de media más que un entierro. Sin embargo, a largo plazo puede ser más económica, ya que no hay que mantener un nicho. También es más ecológica.