Llegar a Palma del Río cuando empieza la Feria del Teatro es como celebrar la Nochebuena en familia. Multitud de habituales, de caras conocidas, se dan cita en torno a la Hospedería de San Francisco y el hotel El Castillo desde primera hora de la tarde en una especie de comunión teatral con la ciudad. Muchos llegan cansados, asfixiados. Otros lo hacen riendo a carcajadas y con ganas de marcha, pero todos aprovechan la ocasión para, entre comida y comida, café y postre, recordar viejos tiempos, contar anécdotas de todo tipo o lanzar desde un rumor a un chiste.

Programadores, actores, directores, medios de comunicación y toda esa ingente cantidad de palmeños que participan de una forma u otra en la organización de la feria, ya sea planchando los trajes en los camerinos de cualquier sala, vendiendo entradas en la taquilla o simplemente aplaudiendo tras un espectáculo, se saludan y reconocen cada año. Y, aunque parezca mucho tiempo, nadie parece dar signos de haberse cansado del reencuentro. Eso sí, más de uno y de dos lucen más canas de las que tenían allá por el año 1983. Pero ése es otro cantar.

Lo de qué bonita es Mallorca cuando no llueve, también podría decirse en Palma del Río, pero al revés. Qué bonita es Palma cuando no hace tanto calor. O no, porque, como dijo ayer alguna autoridad en la inauguración de la feria, el calor estuvo en la ciudad mucho antes que el teatro, así que solo cabe tenerlo como aliado y disfrutarlo. De ahí que los organizadores hayan pensado este año en regalar un abanico, un gesto de adaptación al medio como el de la Sala Cero, que ha optado por montar su espectáculo en la piscina. El estreno se verá mañana de madrugada, pero ayer ya estaban luciendo palmito los actores en ese marco incomparable que es la swimming pool del Monasterio de San Francisco. Si los monjes levantaran la cabeza... igual se daban un chapuzón.

Tampoco faltó originalidad en la minifiesta de inauguración de este 25 aniversario, donde, haciendo honor a la tierra, los presentes enjugaron su sudor en un rico sorbete helado de naranjas palmeñas, con el que las autoridades presentes, tras su discurso de apertura, (donde las palabras más repetidas fueron "felicidades" y "gracias") brindaron alegremente. Aquello ocurría apenas una hora antes del pistoletazo teatral de la feria, que comenzó algo más tarde de lo previsto con la compañía que cumple también 25 años, Atalaya, que inauguró la sesión del Teatro Coliseo en brazos de su Ariadna , dejando después vía libre a los catalanes de Xip Xap. La feria levanta el vuelo y el telón y, como dice la canción, veinticinco años no es nada y "teatro, lo de Palma es puro teatro".