Los temas de Dios y de los que le sirven no se prestan a los términos bélicos, pero sí tienen justificación para dar idea del ingente trabajo de sus activos en la tierra. Las religiosas en Córdoba, la versión femenina del servicio a Dios, constituyen un verdedero batallón pacífico, silencioso pero entregado, que dibuja su horizonte en el ejercicio de la educación, la sanidad, el cuidado de enfermos, la caridad y la clausura (traducida en la oración y el trabajo).

En Córdoba ascienden a 1.041 las mujeres con vida religiosa (que hicieron los tres votos de castidad, pobreza y obediencia). De ellas, 719 llevan vida activa y consagrada y 322 viven en clausura, según las cifras del 2003 facilitadas por el delegado de la diócesis para la vida consagrada, Pedro Gómez.

La compensación

Las vocaciones para los conventos de clausura en los países desarrollados pasan por un bache. Y Córdoba no se salva. Su contrapunto está en la zona sur del mundo (Latinomérica y Africa), cuya salud vocacional goza de un diagnóstico muy favorable. Es muy usual que religiosas de esos países lleguen para compensar el vacío.

Pedro Gómez se hizo eco de la crisis de vocaciones que asola algunos monasterios, que contrasta en otros con una "pujanza muy hermosa" y un porvenir grande. Es el caso del Monasterio cisterciense de la Encarnación, de las Concepcionistas de Hinojosa; del Monasterio de Santa Ana y San José de las carmelitas descalzas en Angel de Saavedra; de San Calixto; y de las carmelitas en Lucena. Frente a esta explosión de juventud se sitúa Santa Marta en la capital y las carmelitas descalzas de Aguilar de la Frontera, por la alta edad de sus componentes.

Por qué la sequía vocacional se ceba con una orden concreta (ahora azota sin piedad a las jerónimas) sigue sin obtener respuesta. Quizá la austeridad asusta, aclara el delegado. "Hoy hay una ausencia de opción por vidas que son muy exigentes en pobreza y eso rechina en la sociedad del bienestar". Pero esto tampoco explica que las Hermanas de la Cruz, que velan enfermos sin descanso, acojan a nuevas hermanas casi sin parar.

En la vida monacal el problema más acuciante no es el dinero porque el principio del trabajo como santificación (pastelería, bordados) sigue revistiendo una gran importancia. Sin perder de vista el apoyo que los cristianos profesan a los conventos de clausura.