La TV andaluza nos ha ofrecido en varios capítulos la vida del diestro de Camas Curro Romero, y en el primero de ellos nos mostraba las vicisitudes que pasó en su niñez, realizando labores de campo tan duras como la de guardar cerdos. Leyendo el libro de Antonio Burgos sobre el Faraón de Camas, recuerdo uno de los pasajes, en el que nos contaba un viaje de Curro a Rusia, para ver un partido de fútbol, y que, estando en el hotel, se le acercó un sevillano residente en Moscú, con las credenciales de ser muy amigo de su padre y que tendría mucho gusto en mostrarle lo más interesante de la ciudad. Accedió el torero, e incluso lo llevó a su casa para mostrarle su familia. Todo transcurrió bien, el hombre le habló de cómo había sido hasta entonces su vida en Rusia. Una vez de regreso a Sevilla, le preguntaron a Curro qué le había llamado la atención de su visita a Moscú, y su repuesta fue: «Sin duda, el olor a pobreza que allí se respira».

Las palabras de quien conoció de cerca las miserias en su niñez nos garantizan que este hombre conocía muy bien el olor de la pobreza.