Cada uno de nosotros somos capaces de lo mejor y de lo peor. Recientemente ha sido condenada una persona, después de haber estafado a los que habían hecho donativos para curarle de unos tumores que eran completamente falsos. Hoy un amigo nos ha escrito a sus compañeros. Decía que conocía a una familia que necesitaba una lavadora, y no tenían cómo pagarla. Se conformaban con una antigua que funcionara, si a alguno nos sobraba. Y apareció, de entre nosotros, una respuesta de un corazón grande. Comentó primero que -en el grupo al que se dirigía de mi promoción del colegio- éramos 72. Y quizá ninguno tuviera una lavadora vieja para regalar, pero todos podíamos colaborar con una pequeña aportación, y arreglaríamos un gran problema. La gran mayoría ha respondido con rapidez y generosidad. Somos a veces como la noche y el día. Algunos buscan la oscuridad para engañar. Otros son capaces de hacer felices a los demás, con muy poco. Una lavadora cambia la vida de una familia, y más por cómo llega que por lo que resuelve.