¿Hace falta que el mundo entero se contagie de un virus para que nos detengamos a reflexionar sobre nuestras vidas?

Vivimos en un mundo en el que nos invade el consumismo y el egocentrismo y vamos tan rápido que es difícil darse cuenta de que lo realmente grave es vivir inmersos en un materialismo extremo, sin valorar la familia, con carencia de valores y en ausencia de Dios.

Ha tenido que llegar una pandemia para que se paralice el mundo y rectifiquemos, nos sentemos con nuestras familias y construyamos una vida llena de sentido. Es tiempo de organizarse y trabajar con mucha responsabilidad y de convertir el mundo en un lugar mejor, menos inhóspito, donde convivir en paz, administrando bien nuestra vida.

Hemos de tener una actitud firme y activa para reconstruir una sociedad a la deriva, en la que se apueste por el ser humano. La humanidad sufre una crisis muy peligrosa, hemos de forjar nuestra vida movidos por grandes ideales con coraje y valentía.

Por último, no debemos olvidar: “hay más felicidad en dar que en recibir”, con humildad, cuando nos entregamos a los demás, cuando anteponemos la felicidad del prójimo a la nuestra propia, porque como decía la Santa Madre Teresa de Calcuta: “Quien no vive para servir, no sirve para vivir”.