Secuestrar un partido o que un partido se deje secuestrar es grave; pero es aún peor cuando el partido en cuestión se utiliza como vehículo para dañar no sólo cuestiones mas/menos triviales, sino a esencias de vida, economía de un país y su estabilidad social. Y terrible cuando ciertos medios de comunicación, aún siendo conocedores y conscientes de esta perversión, no solo la potencian en su gran falacia, sino que denigran a los contrarios para que así parezca mas necesaria la gran mentira que destila la farsa. Sin el apoyo de esos medios sería muy difícil, diría que imposible, que el batiburrillo: «populismo/nosequiensoyahoraporquenotengoniideaporqueloúnicoquequieroeselpoder», pudiese triunfar en un país moderno occidental que no estuviese impregnado de un espíritu bananero.