Debate en la Asamblea General
El desorden mundial se da cita en la ONU
Los líderes mundiales participan esta semana en el debate de la Asamblea General de Naciones Unidas, donde se espera que Gaza, Trump y Rusia acaparen muchas de las miradas

Asamblea General de Naciones Unidas / Europa Press/Contacto/Lev Radin
En su documento fundacional se dice que Naciones Unidas nació para "salvar a las futuras generaciones del azote de la guerra", pero 80 años después de su fundación ese objetivo parece más lejano que nunca. Las guerras en Gaza, Ucrania, Sudán o Myanmar así lo atestiguan. Pero también el rearme generalizado, las crecientes tensiones globales o las maniobras de las grandes potencias nucleares para arrogarse esferas de influencia en su vecindario geográfico. Esas dinámicas planearán sobre el debate en la Asamblea General de la ONU de esta semana, la gran cita anual de la diplomacia mundial. Un evento que servirá también para evidenciar la caducidad de los mecanismos creados tras la Segunda Guerra Mundial para preservar la paz mundial. Su arquitectura actual ya no funciona; la reforma es urgente.
Esta misma semana el secretario general de la ONU, António Guterres, trató de ponerle palabras a la gravedad del momento. El portugués describió un mundo a la deriva con crecientes divisiones geopolíticas, conflictos al alza, tecnologías disruptivas, cambio climático y desigualdad rampante. "La cooperación internacional está remitiendo bajo presiones nunca vistas en nuestras vidas", afirmó Guterres. Días antes había advertido que el rearme en curso, con un gasto global de 2,7 billones de dólares en 2024 —una cifra sin precedentes—, está poniendo en peligro la paz mundial. O lo que queda de ella. "Alimenta la carrera armamentística, profundiza la desconfianza y desvía recursos de los pilares de nuestra estabilidad", sostuvo.
Pero es muy improbable que nada vaya a cambiar a corto plazo. El debate en la Asamblea tiene más de escenificación que de debate. Lo importante se cocina en las reuniones bilaterales celebradas a puerta cerrada en sus márgenes. Sobre el púlpito, Gaza volverá a ser uno de los focos de la conversación, a pesar de los esfuerzos de la Administración Trump para ningunear el asunto denegando el visado al presidente palestino y otros 80 funcionarios de su Gobierno prooccidental en Ramala. (Mahmud Abás intervendrá finalmente por videoconferencia). Washington no castiga al país acusado de genocidio por las organizaciones de derechos humanos, sino al único actor del conflicto que mantiene viva la idea de los dos Estados. El mundo al revés.
Reconocimiento del Estado palestino
Nada de eso impedirá, sin embargo, que varios países muevan ficha. Reino Unido, Australia, Canadá y Portugal reconocieron ayer a Palestina como Estado, mientras Francia, Bélgica, Luxemburgo, Malta está previsto que lo hagan este lunes en Nueva York. Una decision que nace de las frustración con las políticas israelíes. "El reconocimiento solo servirá para algo si los países que reconocen a Palestina adoptan medidas de presión para que Israel ponga fin a su campaña en Gaza", advertía esta semana el director del International Crisis Group en la ONU, Richard Gowan. Israel ha amenazado con anexionarse parte de Cisjordania ocupada como respuesta al reconocimiento, un proceso que lleva meses implementando de forma gradual y oficiosa sin que la comunidad internacional haga nada para impedirlo.
La cita también servirá para dejar patente la pérdida de influencia de EEUU. Con Trump al frente, ha dejado de ser un aliado de fiar. Pero también se escenificará la renuencia de muchos países a quedar encajonados en el pulso que libran Washington y Pekín. Algunos están buscando protección fuera de sus paraguas de seguridad tradicionales. Esta misma semana Arabia Saudí firmó un acuerdo de defensa mutua con Pakistán, una de las nueve potencias nucleares del planeta, con el que ambos se comprometen a acudir al rescate del otro en caso de ataque. Algo parecido a lo que negocian Australia y Papua Nueva Guinea en el Pacífico Sur, una perspectiva que ha enfurecido a China. Pekín teme que Papua rompa con su postura tradicional de país no alineado y caiga en la órbita occidental, lo que podría complicar sus inversiones en el país, el acceso a sus recursos naturales o su proyección marítima en la región. También Venezuela ha ratificado estos días un acuerdo para estrechar todavía más sus lazos con Rusia.
Contrapeso a EEUU
Como principal abanderado del mundo multipolar que propugna el Sur Global, China se presentará en la Asamblea como el gran contrapeso a EEUU y sus políticas de coerción económica. India y Brasil están basculando hacia Pekín desde que Trump les impusiera aranceles del 50%. Xi Jinping viene de sacar músculo militar en el desfile conmemorativo de los 80 años de la victoria china frente a Japón en la Segunda Guerra Mundial, pero allí también se evidenció que aliados de peso solo tiene dos: Rusia y Corea del Norte.
"Es verdad que la mayoría de países asiáticos tienen ahora a China como su mayor socio comercial, al igual que pasa con muchos países de África, Sudamérica y Australia", escribió esta semana el 'Bangkok Post'. "Pero son solo negocios, y eso no implica necesariamente lealtades o alianzas". China se ha topado además estos días con un problema añadido. La decisión por parte de Polonia de cerrar indefinidamente sus fronteras con Bielorrusia ha puesto en peligro las exportaciones chinas a Europa. Por esa ruta transitaba el 90% del comercio por ferrocarril entre los dos polos (menos del 4% de la relación comercial). Y ahora está cerrada.
Agresividad del Kremlin
La maniobra polaca llegó después de que Rusia invadiera con drones su espacio aéreo, quizás para poner a prueba a la OTAN. La agresividad del Kremlin cotiza al alza. También Estonia y Rumanía han acusado a Moscú en los últimos días de violar su soberanía aérea con cazas y aviones no pilotados. El proceso de paz liderado por Trump en Ucrania está entre estancado y muerto, por más que el republicano quiera aprovechar su intervención en la Asamblea para postularse al premio Nobel de la Paz. El 'timing' no es el mejor para sus intereses. Los recientes bombardeos estadounidenses de supuestos cargamentos de drogas en aguas internacionales, cerca de Venezuela, sugieren que Trump quiere erigirse en el policía de la región. Igual que hacen China y Rusia en sus patios traseros.
Y, entre medio, Europa llegará a la cita en un momento de gran debilidad, tras ahondar su sumisión a un EEUU muy alejado de sus valores cuando las circunstancias invitaban a hacer todo lo contrario. Francia está sumida en protestas masivas contra los recortes propuestos por el último hombre de paja de Emmanuel Macron, que cambia de gobierno cada cuatro días. Alemania está gripada económicamente. Y en Gran Bretaña la xenofobia sigue ganando protagonismo como chivo expiatorio, como demostró la reciente manifestación en Londres, donde 150.000 personas marcharon contra la inmigración.
Lo peor de todo es que los mecanismos creados internacionalmente para evitar los conflictos han dejado de funcionar por el antagonismo creciente entre las grandes potencias. Particularmente el Consejo de Seguridad de la ONU, anacrónico y antidemocrático en su diseño por el poder de veto que concede a solo cinco países. Esta misma semana, Washington bloqueó por sexta vez una resolución para el alto el fuego en Gaza.
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