1 de mayo

Francia vive su Día del Trabajador más multitudinario desde 2002

Entre 2,3 millones de personas, según los sindicatos, y 782.000, según la policía, participaron en los tradicionales desfiles del Día del Trabajador en el país

Disturbios en París en el Primero de Mayo

Agencia ATLAS / Foto: Reuters

Enric Bonet

Sin noticias de los 100 días de "tranquilización" en Francia. Dos semanas después de que el presidente francés, Emmanuel Macron, se fijara este plazo, la indignación contra su Gobierno y su reforma de las pensiones no decae. El país vecino vivió este lunes el 1 de mayo las manifestaciones más multitudinarias en las últimas décadas. Entre 2,3 millones de personas, según los sindicatos, y 782.000, según la policía, participaron en los tradicionales desfiles del Día del Trabajador en el país. Una movilización exitosa para los sindicatos que no quieren bajar los brazos pese a la aprobación por “decretazo” y la promulgación de la impopular subida de la edad mínima de jubilación de 62 a 64 años (con 43 años cotizados para recibir una pensión completa).

"Este 1 de mayo es uno de los más importantes de la historia", dijo la secretaria general de la CGT, Sophie Binet, quien tomó a finales de marzo las riendas de uno de los principales sindicatos galos. Si bien el recurrente calificativo de “histórico” suena exagerado, ha representado uno de los Días del Trabajador más concurridos del siglo XXI en Francia. Más de 300 protestas se celebraron en el conjunto del territorio francés en una jornada marcada por la unidad sindical —algo inhabitual en el país vecino— y la actual oleada de indignación.

El número de personas en la calle anunciado por los sindicatos ha resultado 10 veces superior al del año pasado. Desde 2002, no había tantos manifestantes el 1 de mayo. Entonces, más de un millón de personas salió a la calle contra el ultraderechista Jean-Marie Le Pen, quien se había clasificado pocos días antes para la segunda vuelta de las presidenciales.

Disturbios en París y Lyon

Esta vez, en el centro de la diana estaba Macron y sus políticas. Más en concreto, su reforma de las pensiones. Pese a su promulgación el 15 de abril, la crisis social y política suscitada por esta medida —rechazada por alrededor del 70% de los franceses, según los sondeos— parece lejos de haberse cerrado. “No será haciendo algunos desplazamientos por el territorio que el presidente logrará calmar la cólera de la gente”, explicaba a EL PERIÓDICO Paul Margelidon, de 41 años, un técnico en electromecánica presente en la manifestación en París. 

Entre 550.000 personas, según los sindicatos, y 112.000, según la policía, desfilaron por las calles del este de la capital en una protesta que empezó en la plaza de la República. Allí le pusieron un gran chaleco amarillo a la estatua de Marianne con el mensaje de “Macron dimisión”. Batucadas, manifestantes bailando con música tecno, sindicalistas disfrazados de dinosaurio que repartían caramelos… El ambiente mayoritario resultó festivo. “La gran mayoría de los manifestantes son pacíficos”, reconoció el ministro del Interior, Gérald Darmanin. 

A pesar de ello, hubo disturbios y enfrentamientos entre 'black-blocs' (agitadores de extrema izquierda) y las fuerzas de seguridad, sobre todo en París y Lyon. En la capital, los manifestantes lanzaron un cóctel molotov contra un antidisturbios, que resultó “gravemente herido”, según el Ministerio del Interior. En la parisina plaza de la Nación, también se produjo un importante incendio cerca de un edificio en obras, que rápidamente fue apagado. Un manifestante sufrió heridas graves en una mano en Nantes. Unas 2.000 personas ocuparon durante unas pocas horas en Marsella un hotel de lujo. Las autoridades informaron por la tarde de 291 personas detenidas o interpeladas, según datos provisionales.

Victoria moral de los sindicatos

Las protestas también estuvieron marcadas por la polémica presencia de drones para vigilarlas. “Con esta reforma de las pensiones, no solo el proceso democrático se ha visto humillado, sino que las libertades democráticas se ven limitadas”, se quejaba Noémie Giraldo, de 22 años. Esta estudiante de derecho ponía como ejemplo los intentos de prohibir las caceroladas en algunas concentraciones contra Macron o de entrar silbidos y tarjetas rojas repartidas por los sindicatos en el Estadio de Francia en la reciente final de la Copa de fútbol.

“Antes de estas protestas no sabía muy bien para qué sirven los sindicatos y ahora creo mucho más en ellos”, añadía esta manifestante, acompañada por unas amigas. Este multitudinario 1 de mayo confirmó la victoria de los sindicatos de cara a la opinión pública. Salen más fortalecidos y feminizados —sus dos nuevas líderes son mujeres— del actual pulso con el Ejecutivo centrista. Han logrado un triunfo moral.

“Tomamos nota de la promulgación de la reforma, pero no la aceptamos”, declaró el secretario general de la CFDT, Laurent Berger. “Aún disponemos de mecanismos para oponernos” a la subida de la edad de jubilación, añadió este sindicalista moderado, que en junio dejará el liderazgo de la organización de trabajadores con un mayor número de afiliados en el país vecino. 

Entre esas palancas, citó la posibilidad de organizar un referéndum —un proceso muy complejo en Francia— sobre la cual se pronunciará el miércoles el Consejo Constitucional, tras haber rechazado una iniciativa parecida en abril. El grupo centrista de oposición LIOT también anunció su voluntad de someter a la votación en junio a la Asamblea Nacional una proposición de ley para derogar la reforma. Aunque los sindicatos se agarran a estos mecanismos para parar el texto, estos cuentan con pocas posibilidades de fructificar. 

¿Y ahora qué? ¿Este 1 de mayo será la última peineta de los sindicatos a Macron? ¿O un nuevo impulso a las movilizaciones? Los dirigentes sindicales se reunirán el martes por la tarde para decidir sobre sus próximos pasos. Uno de sus principales dilemas es si aceptan reunirse con el Gobierno para negociar sobre una futura reforma laboral. Pese a su capacidad de convocatoria, son consciente de los límites de manifestarse casi todas las semanas. Y, sobre todo, de la posición dura de Macron que no quiere modificar sus políticas pese a una calle que no afloja.