Estados Unidos

Stormy Daniels coge las riendas

Los sobornos de Trump a la actriz de cine para adultos encendieron la mecha del proceso que ha culminado en su imputación

Stormy Daniels.

Stormy Daniels. / Mike Blake

Idoya Noain

El gran jurado ha acabado convirtiendo a Donald Trump en el primer expresidente de Estados Unidos que enfrenta cargos penales. El proceso y los siguientes pasos que de el fiscal de distrito de Manhattan, Alvin Bragg, ha vuelto a poner bajo los focos a otro personaje clave en esta historia: Stormy Daniels, la mujer a la que Trump pagó 130.000 dólares poco antes de las elecciones presidenciales de 2016 para asegurar el silencio sobre una relación sexual que ella asegura que mantuvieron en 2006 y él niega.

La atención es más que bienvenida para una mujer de 44 años que a los 17, cuando aún era Stephanie Clifford, empezó a bailar en el Gold Club, un local de striptease de Baton Rouge, la ciudad de Luisiana donde nació y creció criada solo por su madre, divorciada cuando ella tenía solo cuatro años y que mantenía dos trabajos que a veces no daban ni para pagar las facturas. En vez de seguir el camino de dos universidades que le habían aceptado tras su buen paso por el instituto, Clifford se tiñó de rubio y se reinventó, rebautizándose con una combinación del nombre de la hija del bajista de Motley Crue, Storm y del whisky Jack Daniel’s.

Trabajando seis días por semana, desde que el club abría a las tres de la tarde hasta que cerraba a las dos de la madrugada, para 1999 había ahorrado suficiente como para someterse a una cirugía de aumento de pecho que disparó las propinas y le abrió las puertas de la industria del entretenimiento adulto. Y no tardó en en consolidarse como actriz, guionista, directora y productora, y acumula cerca de 400 títulos delante y detrás de la cámara, decenas de premios y un lugar en tres salones de la fama del sector.

Como cuando hace cinco años su nombre saltó de los círculos de seguidores del porno a la palestra global cuando ‘The Wall Street Journal’ desveló

, la renovada atención ha dado un empujón a su número de seguidores en redes sociales y a sus negocios. Solo en el último mes las búsquedas en PornHub de sus vídeos se han disparado más del 21.000%. Y ella, sin miramientos ni disculpas, exprime cada dólar que puede.

Lo hizo en 2011, la primera vez que intentó vender la historia de su relación sexual con Trump a la revista InTouch, que 'mató' la publicación ante las amenazas de Cohen. Lo hizo en 2016, cuando volvió a ofrecer la historia, entonces al tabloide National Enquirer, donde el director y amigo de Trump David Pecker ayudó a gestionar el pago por el silencio. Y lo hizo en 2018 cuando todo salió a la luz y aprovechó que el acuerdo de confidencialidad que firmó a cambio de los 130.000 era inválido al faltarle la firma de Trump. Entonces sacó un libro (‘Full Disclosure’, Revelación total), protagonizó una gira que bautizó en un guiño al eslogan de Trump “Haz que América se ponga cachonda de nuevo” y tuvo numerosas apariciones mediáticas, desde en una entrevista en ‘60 minutes’ hasta envuelta solo por una bandera estadounidense en ‘Penthouse’.

Más allá de los seguidores acérrimos de Trump, que le insultan o amenazan y como en 2018 le han obligado a contratar guardaespaldas y reforzar su seguridad privada, pocos cuestionan que lo haga. Y ella, que responde a los insultos de trolls y acosadores en redes sociales con humor y sarcasmo de destacable nivel, como se comprueba recorriendo su cuenta en Twitter, defiende que simplemente aprovecha la oportunidad. “¿No es esa la esencia de Estados Unidos?”, planteaba este miércoles en un coloquio online en una web solo para suscriptores.

Con una vena libertaria, Daniels se define como republicana pero también como progresista en lo social. A finales del año pasado contrajo su quinto matrimonio y tiene una hija con su anterior esposo de la que él tiene la custodia. Se muestra franca, malhablada, divertida. También, como una mujer inteligente y pragmática, ni santa ni altruista. Y hay quien cree que hay que preguntarse si puede llegar a ser incluso una heroína feminista, por más paradójico que pueda parecer hablando de alguien que forma parte de una industria lastrada por la explotación y el abuso de mujeres.

Es lo que ha hecho en una columna en ‘Político’ Lauren Leader, cofundadora y líder de la organización de educación cívica de mujeres All In Together, que ha escrito que Daniels “ha tomado el control de su narrativa, ha hablado en sus propios términos, con voz alta y sin complejos, con humor y franqueza”. Y si otras mujeres envueltas en escándalos sexuales políticos en EEUU que fueron ridiculizadas, especialmente Monica Lewinsky, tardaron tiempo en tomar ese control, Daniels, amante de los caballos, y con un rancho en Forney, en las afueras de Dallas (Texas), nunca ha dejado escapar las riendas.

Hay algo admirable en su descaro, en su negativa a retroceder, a ser marginada, silenciada, ignorada o subestimada”, escribe también Leader, que destaca que “al elegir una carrera en porno ya había rechazado normas sociales y valores sexuales convencionales, asumiendo una vida de exposición máxima”. Y, al final, es Daniels la que “emerge ganadora”, mientras han acabado en la cárcel hombres relacionados con el escándalo como Cohen y Michael Avenatti, el abogado que fue condenado por múltiples cargos que incluyeron robarle la mitad del adelanto por su libro. El mismo Trump, al que ahora Daniels solo se refiere como “diminuto”, ha acabado imputado.

También Monica Hesse, columnista especializada en temas de género en ‘The Washington Post’, cree que Daniels “puede ser estridente, desvergonzada y oportunista, y el símbolo perfecto del periodo extraño que vivimos, pero también se ha mantenido honesta sobre todo ello, y fiel a sí misma”. “No tengo miedo y no me echaré para atrás”, decía en el chat de este miércoles la propia Daniels. “Tengo las espaldas bastante anchas. Estoy en la industria del porno. No puedes avergonzarme”.