Uno de los apodos de Aleksandr Dugin, cuya hija ha muerto en un atentado, es “el Rasputín de Putin” por su supuesta influencia en las altas esferas rusas. Esta asociación ha sido algo exagerada por algunos diarios anglosajones, aunque el filósofo, algo así como el guía espiritual de la invasión a Ucrania, sí ha influido en una parte de las élites rusas.

Fue una de las mentes que estuvo detrás de la creación de proyectos como el Partido Nacional Bolchevique, que aunaba la economía planificada de la Unión Soviética con elementos de extrema derecha y nacionalistas. Su símbolo era la síntesis de ambas ideologías, pues era una bandera nazi en la que la esvástica cedía su lugar a una hoz y un martillo. 

En entrevistas con el portal ruso nakanune.ru aseguró “estamos en el bando de Stalin y de la URSS”, y en otra ocasión en el mismo medio afirmó que “los conservadores queremos un estado fuerte, queremos orden y familias sanas, valores positivos y reforzar la importancia de la religión y la iglesia en la sociedad”.

A lo largo del mandato del presidente ruso Vladímir Putin se ha mantenido el culto a la era soviética, sobretodo para celebrar los éxitos de esa época como la exploración espacial o la derrota de la Alemania nazi. Durante estos 20 años de Putin en el poder, la iglesia ortodoxa también ha ganado influencia.

Otro punto clave de su pensamiento político es su “neoeurasianismo”, que aspira a recuperar los territorios “perdidos” por la disolución de la Unión Soviética, es decir, la unión de todos los territorios de habla rusa, incluyendo Ucrania, bajo control de Moscú. En 2009, por ejemplo, defendió las acciones del ejército ruso en Georgia durante la guerra ruso-georgiana justificando que el país transcaucásico es un "Estado fallido". En 2014 lamentó que el Kremlin no apoyara más a las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk, e incluso abogó por “la destrucción de la identidad ucraniana”. 

Duguin es una persona ilustrada y habla fluidamente diversos idiomas como inglés o español. En la búsqueda de aliados en el viejo continente, ha encontrado a alguien de confianza en gente como Marine Le Pen, líder de la extrema derecha francesa. El pensador le pidió que intentara reducir o eliminar las sanciones a Rusia. También tuvo en su blog buenas palabras para el expresidente estadounidense Donald Trump, por supuestamente “luchar contra las élites globalistas” de su país.