"La garantía de unas elecciones libres presupone el mantenimiento de la integridad física de los candidatos, sin la cual todo el proceso electoral y, en consecuencia, el régimen democrático, quedaría viciado". La advertencia proviene nada menos que del equipo de la Policía Federal que se encarga de la seguridad de Luiz Inácio Lula da Silva, el candidato con mayor intención de voto de cara a las presidenciales brasileñas del 2 de octubre. El documento, citado por el diario paulista Folha, no hace más que confirmar el estado de peligrosidad latente de esta campaña debido a la puesta en duda de la transparencia de la contienda que Jair Bolsonaro repite constantemente con el añadido de una amenaza de intervención militar. Las palabras del capitán retirado tienen un fuerte efecto en los sectores más radicalizados de su base social. El influencer Ivan Rejane ha sido arrestado por convocar a sus seguidores a linchar a los integrantes del Tribunal Supremo (STF). En este contexto se conoce el documento de los policías encargados de cuidar a Lula en el que se reconoce la existencia de "adversidades" para cumplir con la tarea encomendada. Una de ellas es "acceso a armas de mayor letalidad” al que tienen acceso los brasileños a partir de "los cambios legales realizados en 2019" por el Gobierno de ultraderecha.

Semanas atrás, un dirigente municipal del Partido de los Trabajadores (PT) en Foz de Iguazú fue asesinado a balazos durante su cumpleaños por un policía simpatizante de Bolsonaro. La posibilidad de que un incidente letal de esa naturaleza se repita ha dejado de ser descabellada. Así lo han comprendido el STF y el Supremo Tribunal Electoral (STE), que decidieron en conjunto monitorear la actividad de grupos extremistas que creen a pies juntillas que se busca impedir la reelección del actual mandatario a través de un fraude. Dos jueces del STF le dijeron bajo reserva a CNN Brasil que el bolsonarismo radical sueña con tener su propio Capitolio como lo hicieron los seguidores de Donald Trump que intentaron frenar la certificación de Joe Biden como presidente electo, en enero de 2021.

Carta en defensa de la democracia

Bolsonaro desconfía de las urnas electrónicas que le permitieron ganar los comicios de 2018. Para sus seguidores, sus mentiras son palabra santa. "Estoy inquebrantablemente seguro de que la democracia no se dobla ni se rompe con fake news", dijo la principal autoridad del TSE, Edson Fachin, en su discurso de despedida. El miedo a que las instituciones no sean lo suficientemente sólidas para tolerar las embestidas de la ultraderecha ha quedado de manifiesto en la 'Carta a los brasileños y brasileñas en defensa del Estado democrático de derecho' que ha sido suscrita por unas 800.000 personas. La misiva, que también cuenta con el apoyo de Lula, 467 sacerdotes católicos y 871 pastores evangelistas, será leída el jueves en el distrito paulista en el marco de un acto masivo.

Ganar votos como sea

Bolsonaro, a quien las campañas de propaganda llaman "el capitán del pueblo", ha montado en cólera contra esa iniciativa, que llamó despectivamente "la cartita". El aluvión de adhesiones al manifiesto no lo intimida. Tampoco las encuestas. Tres últimos sondeos le dan a Lula una ventaja de entre ocho y siete puntos en la primera vuelta. Ante un eventual segundo turno, el último domingo de octubre, el abanderado del PT le sacaría a su rival hasta 16 puntos de diferencia. Sin embargo, los estrategas del capitán retirado confían en que la pelea electoral será mucho más estrecha de lo que se augura. Una de las razones de ese optimismo es que ha comenzado a regir el programa estatal Brasil Auxilio que le asigna 114 euros a millones de habitantes en situación de vulnerabilidad social. Unos 33 millones de hombres, mujeres y niños pasan hambre. Para encontrar números parecidos hay que remontarse a comienzos de los años noventa. De acuerdo con el semanario Piauí, Bolsonaro está convencido que esa inyección de dinero entre los más pobres le permitirá “reducir su rechazo y aumentar su intención de voto”.

No es la única medida que ha tomado para alcanzar a Lula en las encuestas. Brasil tuvo en julio una deflación de 0,68% impulsada por la caída de los precios en los combustibles y en la energía eléctrica. "Deflación artificial: cómo quebrar un país para ser reelegido", señaló la revista Istoé. Para lograr ese descenso, conocido también como inflación negativa, el Gobierno eliminó parte de los impuestos cobrados por los Estados a los combustibles.

Aunque el costo de la vida acumulado en 2022 es de 10,7%, el bolsonarismo apuesta a que la caída de los precios continúe y contribuya a mejorar las chances electorales del presidente. A fin de mes, el Gobierno anunciará ayudas a camioneros y taxistas y subsidios a las tarifas de gas. Se aguardan nuevas ofertas antes del momento del voto. Una mano de Bolsonaro se abre para captar a los indecisos o aquellos que le dieron la espalda. La otra mantiene en alto el garrote verbal que tanto inflama a los ultras.