A principios de este año, la hoja de ruta parecía indiscutible: tal y como había dispuesto en 2011 el Gobierno de la entonces canciller Angela MerkelAlemania arrancaba el 2022 con la firme intención de apagar las tres centrales nucleares que todavía funcionan en el país a lo largo del año. La catástrofe nuclear de la central japonesa de Fukushima fue el último episodio que empujó a Alemania de despedirse lentamente de una fuente de energía con fuerte oposición histórica. El desastre de Chernóbil, cuyos efectos llegaron a notarse en Alemania, dejó una fuerte impresión entre la ciudadanía.

Cuando Merkel anunció la decisión, el plan era claro: ir apagando paulatinamente las centrales nucleares para convertirse en una potencia industrial que cubriese su consumo energético exclusivamente a través de fuentes renovables hacia mediados de este siglo XXI. El gas – sobre todo ruso – y el petróleo debían ser hasta entonces las fuentes complementarias en esa transición hacia un modelo verde y sin emisiones. La invasión de Ucrania y la histórica dependencia energética de Alemania respecto de las importaciones fósiles de Rusia amenazan ahora con retrasar el plan.

Oposición liberal

Las dudas sobre el abandono de la energía nuclear ya estaba presentes en medios conservadores y la oposición política antes de la actual crisis energética. Esas dudas también se elevan ahora dentro de la coalición tripartita de Gobierno conformada por los socialdemócratas del SPD, Los Verdes y los liberales del FDP. “No se trata de muchos años, pero es probable que tengamos que hacernos a la idea de necesitar la energía nuclear también en 2024”, ha dicho este martes en una entrevista con el canal de televisión NTV el Ministro federal de Finanzas y presidente del FDP, Christian Lindner.

De las tres patas del Gobierno federal, el FDP es el partido que menos problemas ideológicos tiene con un posible retraso del cierre definitivo de la centrales nucleares. El partido de Lindner apuesta ya por prolongar el uso de la energía nuclear para hacer frente a un probable corte del suministro de gas ruso a través del Nord Stream 1. El gasoducto lleva ya meses reduciendo lentamente el flujo en lo que parece un ahogamiento a cámara lenta de la economía alemana a manos del Kremlin, que responde así a las sanciones occidentales.

Contradicción verde

Los ecoliberales de Los Verdes, sin embargo, se enfrentan a una enorme contradicción, pues el lema “¿Energía nuclear? No, gracias” forma parte de su ADN político desde su fundación en la década de los 80. Pero la crisis energética es tan grave en Alemania que ya ni siquiera Los Verdes se atreven a descartar un posible aplazamiento del apagón nuclear.

El ministro de Economía y Protección Climática, el verde Robert Habeck, prefiere esperar a los próximos meses. De momento, su ministerio prevé presentar los resultados de un test de estrés al sistema de abastecimiento energético las próximas semanas. De ello dependerá la apuesta de la formación ecologista. El primer test de estrés, realizado entre los pasados meses de marzo y mazo, dio como resultado que Alemania podía prescindir de la energía nuclear sin poner en peligro el suministro a hogares e industria. Pero en aquellos meses, la crisis generada por la reducción del gas ruso todavía no era tan aguda.

La última palabra del canciller alemán, el socialdemócrata Olaf Scholz, será clave. Una portavoz del Gobierno federal dijo que este lunes que el mandatario prefiere esperar a los resultados del test de estrés. El relativo poco peso que las tres centrales nucleares suponen para el consumo total de energía del país (6%), sumado al precio político que supondría un retraso del abandono nuclear, hacen dudar los partidos de centroizquierda alemanes.