Las autoridades filipinas y españolas en el país asiático rindieron este sábado homenaje a los soldados españoles que resistieron durante casi un año el asedio de las tropas insurrectas en una iglesia de Baler, en el noreste del archipiélago, conocidos como los "últimos de Filipinas".

Con este acto se conmemoró este año el vigésimo día de la amistad hispanofilipina, que generalmente se celebra el 30 de junio, día en el que el primer presidente de Filipinas, Emilio Aguinaldo, ordenó en 1899 tratar a los rendidos "como amigos".

Sin embargo, esta edición se optó por retrasar unos días para que no coincidiera con la ceremonia de jura presidencial de Ferdinand Marcos, quien arrasó en las elecciones del 9 de mayo.

Los actos de homenaje incluyeron una misa en la Iglesia de San Luis Obispo de Tolosa, donde el 1 de junio de 1898 se atrincheró una guarnición de medio centenar de soldados españoles, incrédulos ante la capitulación española tras la revolución filipina.

El embajador español en Manila, Jorge Moragas, subrayó a Efe que los sitiados fueron tratados "como amigos, no como enemigos ni prisioneros de guerra", lo que supuso "un primer gesto de amistad" entre la incipiente Filipinas independiente y España.

"Este fue el último episodio de la presencia española en las islas, y hoy conmemoramos a 'los últimos de Filipinas', esa epopeya que forma parte de la historia de España", añadió Moragas.

Por su parte, el senador Sonny Angara destacó durante un discurso "los lazos culturales e históricos que unen a Filipinas y España tras más de 300 años de colonización, que acabaron en reconciliación y amistad".

Angara, cuyo padre, el senador Edgardo Angara, promovió el día de la amistad hispanofilipina, agradeció al director de Insituto Cervantes en Filipinas, Javier Galván, el anuncio de un programa de becas para fomentar el estudio del español en la provincia de Aurora y su capital, Baler, una ciudad de unos 40.000 habitantes.

Los 33 supervivientes del destacamento del Ejército español que sobrevivieron al sitio de Baler desde el 1 de julio de 1898 hasta su rendición el 2 de junio del año siguiente fueron recibidos en Manila por el presidente Aguinaldo, quien alabó la resistencia heroica de los "últimos de Filipinas".

Durante 337 días, la guarnición desconfió de los reiterados mensajes que les llegaban del exterior, en el que los emisarios -incluido un teniente-coronel español- les rogaban deponer las armas ante la derrota ya consumada de las fuerzas españolas.

El 30 de junio de 1899, Aguinaldo promulgó el conocido como decreto de Tarlac, en el que ordenó tratar a los rendidos "como amigos" por haber protagonizado una "epopeya tan gloriosa y tan propia del legendario valor de los hijos del Cid y de Pelayo", según reza el texto del edicto.