Nacida en Badakhshan en 1975, Fawzia Koofi forjó su dedicación a los derechos humanos con su propia experiencia vital. La ocupación de la URSS, la guerra civil y la primera victoria de los talibanes así como la posterior invasión estadounidense dieron a la primera mujer vicepresidenta de la Cámara baja suficiente empuje como para emprender un papel activo en la política de su país. Este viernes recibió el Premio Casa Asia 2021 de la mano del ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares.

Usted ha vivido las distintas épocas de la historia de Afganistán. La URSS, el primer mandato talibán, la invasión estadounidense. ¿Cómo afronta ahora este segundo mandato talibán?

No esperábamos que de golpe tocara volver a empezar, es muy doloroso y decepcionante, especialmente después de los últimos 20 años en los que los afganos hemos experimentado la democracia y hemos vivido un gobierno más inclusivo. Es cierto que no era perfecto. Teníamos muchos problemas de corrupción y liderazgo, pero a pesar de todo era un sistema funcional. La gente estaba protegida por la ley y el Estado.

¿La toma de poder de los talibanes se veía venir o fue un golpe repentino?

Desde el inicio de las negociaciones de EEUU con los talibanes en 2013, ya se podía ver que algo no iba bien. Los estadounidenses pasaron por encima del Gobierno afgano y negociaron directamente con los talibanes. Los talibanes se veían fuertes entonces. Si a eso le sumamos que el Ejército estaba desmoralizado y que las instituciones se fueron deteriorando, sobre todo tras la firma del acuerdo talibán con EEUU, se veía venir. Lo que ocurría en el Palacio de Kabul tampoco ayudaba. El presidente y su equipo no estaban combatiendo la corrupción y estaban demasiado enganchados al poder.

¿Creyó las promesas de los talibanes de permitir la educación de las niñas y crear un gobierno inclusivo?

Todas esas promesas se hicieron con un simple propósito: atraer la atención de la comunidad internacional y hacerles creer que se trataba de un Gobierno moderado. Pero siempre fueron una estrategia, no son diferentes a los talibanes que habían gobernado antes.

Los últimos 20 años crearon un escenario totalmente diferente para las mujeres. Hay una generación de chicas que solo han conocido su vida en libertad. ¿Cómo van a afrontar esta nueva era?

Los talibanes se enfrentan a una generación totalmente distinta. Es una generación que ha crecido viendo la televisión, viendo a mujeres en posiciones de poder, viendo a mujeres activistas, viendo instituciones funcionales, han crecido con tecnología, conectados con el resto del mundo. Tanto hombres como mujeres. Un joven que tenía 6 años cuando acabó el primer mandato talibán ahora tiene 27. Tiene una forma completamente distinta de entender el mundo. Esos jóvenes van a ser la resistencia. Aunque será duro, lo harán en las calles. Se enfrentan a ellos a pesar de que sus vidas para los talibanes no valen nada. Los talibanes van a tener que adaptarse.

¿Cree que las protestas harán que retrocedan?

Depende de cómo el mundo las reciba. Si el mundo proporciona reconocimiento, ayuda y recursos al Gobierno talibán se sentirán fuertes y oprimirán más a la gente. En cambio, si el mundo les hace responder por lo que han hecho, les obligan a formar gobiernos que incluyan a las minorías étnicas y religiosas, les hacen respetar la libertad de prensa y les obligan a respetar los derechos y libertades del pueblo, especialmente los de las mujeres, las protestas habrán servido. No pedimos tanto, solo derechos básicos.

Usted dijo ayer que los talibanes "han instrumentalizado la religión para mantenerse en el poder".

He visto a muchos hombres y mujeres morir en esta guerra. Gente con estudios, algo que ahora nos niegan pero que es un principio básico del islam. Han cometido atrocidades en nombre de la religión. Han matado a jueces y periodistas alegando que recibían dinero de países extranjeros y eso no lo permite el islam, pero ellos mismos ahora están desesperados por conseguir financiación internacional. Consideran que las relaciones con los países extranjeros ponen en peligro nuestra religión y ellos mismos buscan el reconocimiento de Occidente. Obviamente no es la religión, sino el poder lo que les ha llevado a cometer esas atrocidades. ¿Por que no permiten que las niñas estudien si es la base del islam? ¿Sin la violencia y su 'defensa' de la religión qué les queda? Nada.

¿Confía en la comunidad internacional?

Estamos muy decepcionados de cómo ha respondido la comunidad internacional. Hay cada vez más países que formalizan las relaciones con los talibanes. Mi llamamiento para la gente de Occidente es que por favor monitoricen las acciones de sus gobiernos y no permitan que establezcan relaciones con Afganistán, que sigan ignorando los derechos de las mujeres.

¿Cómo enfoca su activismo y actividad política ahora que se ha visto forzada a salir del país?

Es diferente. Es un nuevo capítulo que he centrado en reunirme con líderes políticos y de la sociedad civil que estén dispuestos a escucharme y a luchar por los derechos de las mujeres afganas. Trato de informar de lo que ocurre sin desvincularme de mi país. Mantengo contacto con compañeros activistas para movilizar proyectos humanitarios.

¿Volverá a Afganistán?

Por supuesto, en cuanto sea seguro. Antes ya me habían intentado asesinar y ahora la situación es aún más complicada. Supongo una amenaza porque hago que la gente se vea reflejada en mí y en mis valores. He visto compañeros del Parlamento torturados y encarcelados. Me temen más que a los aviones de EEUU porque yo puedo actuar en los valores, lo otro solo es violencia y pueden combatirla.

¿Cuál es el futuro que augura a su pueblo?

La pobreza es una de las dificultades inmediatas más acuciantes. El Gobierno talibán no ha sido capaz de darles nada a los ciudadanos. La gente tiene hambre, no hay trabajo y los que trabajan no cobran mientras que la opresión continúa. La situación se deteriorará no solo humanitariamente sino políticamente. Debemos unir nuestras fuerzas para trabajar en un poder inclusivo y cambiar las cosas.