El peronismo sufrió una paliza en las urnas. Los argentinos castigaron a un Gobierno que prometió restaurar las heridas sociales dejadas por la derecha durante la presidencia de Mauricio Macri y que, pandemia mediante, con su largo confinamiento, no hizo otra cosa que profundizarlas. Las elecciones primarias abiertas, obligatorias y simultáneas (PASO) son un termómetro muy aproximado del comportamiento del electorado en las legislativas del 14 de noviembre. Por eso, la noche del domingo se ha cerrado con noticias amargas para el presidente Alberto Fernández. El oficialismo ha sido derrotado en 18 de los 24 distritos del país, y nada menos que en la provincia de Buenos Aires, donde se encuentra el 40% del padrón nacional. Juntos, la coalición que había gobernado entre 2015 y 2019, se benefició del profundo descontento colectivo: arrasó en la capital, preservó bastiones estratégicos como las provincias de Córdoba y Mendoza y ganó en departamentos que han sido históricamente esquivos a las fuerzas conservadoras, entre ellos Chaco, La Pampa, Tierra del Fuego, Misiones y Santa Cruz, nada menos que la provincia que vio nacer el proyecto político de Néstor Kirchner y su esposa Cristina Fernández.

Los peronistas no esperaban semejante traspié. Al menos no lo auguraban los sondeos. Pero los encuestadores han vuelto a errar en sus pronósticos, como en las contiendas anteriores. Si se confirman en 63 días los resultados de las PASO, el peronismo tendrá que completar su gestión en condiciones de una enorme dificultad para la gobernabilidad. Puede perder el control del Senado y reducir sus bancas en la cámara de Diputados. Seguramente los mercados tomarán este lunes nota de esas posibilidades.

Un demacrado Alberto Fernández intentó explicar el veredicto de las urnas. "Algo no hemos hecho bien. Evidentemente hay errores que hemos cometido", dijo, secundado por la vicepresidenta Cristina Kirchner, quien tampoco pudo ocultar su perplejidad. "Nada es más importante que escuchar al pueblo, cuando el pueblo se expresa es un dato que tomamos muy en serio, muy en cuenta”, añadió.

El mandatario reconoció que fueron "insuficientes" los esfuerzos para mitigar los efectos devastadores de la pandemia en buena parte de la población: el PIB cayó 10 puntos en 2020, la pobreza ha perforado el límite del 40%, el poder de compra del salario se ha reducido un 10% y la inflación de los últimos 12 meses es casi del 52%. Pero, además, el covid-19 mató a más de 113.000 argentinos. Se han aplicado casi 47 millones de vacunas. El 40% de electorado ha recibido las dos inmunizaciones. Pero la campaña de vacunación no fue suficiente para ratificar la confianza en el Gobierno. De hecho, un 40% de las personas se quedó en sus casas y no fue a votar. El presidente trató de dar un mensaje esperanzador y dejó entrever de que no todo está perdido: "a cada militante le pido que mañana mismo vaya a hablar con sus vecinos".

Algarabía en la derecha

La oposición extendió los festejos hasta altas horas de la noche. "Felicito a los argentinos por el coraje, la sana rebeldía y el aprendizaje. Después del dolor hay una Argentina que dice basta al atropello, a la inmoralidad…les dije que íbamos a amanecer el lunes con una sonrisa y lo esperaba con todo mi corazón", señaló Macri. "Todavía vamos a tener tiempos difíciles, con un Gobierno que no tiene plan, no tiene rumbo", advirtió.

El gran ganador de Juntos no es Macri sino el alcalde de la ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, quien acertó en la estrategia electoral en los grandes distritos y se perfila como un aspirante de peso a la presidencia en 2023.

La otra gran novedad en la capital argentina es el ascenso trepidante de la ultraderecha: el economista Javier Milei obtuvo 13% de las adhesiones. Dos años atrás era apenas un personaje excéntrico en los medios de comunicación.