Más de 1.300 residentes de la provincia siria de Hasaka, en el norte del país, han caído enfermas en las últimas cuatro semanas aproximadamente al verse obligadas a beber agua contaminada dada la falta de acceso al agua potable en la región por el daño que la guerra ha causado en las infraestructuras.

"Este agua no es apta para el consumo humano. La gente se está envenenando", ha lamentado el director del Hospital Nacional de Hasaka, Faris Hemo, a la agencia de noticias kurda Rudaw.

El médico estima que un total de 1.359 personas haan resultado afectadas desde principios de abril, de ellas 369 con diarrea aguda y la deshidratación que conlleva, en un círculo vicioso que agrava constantemente la salud de los afectados.

Partes del norte de Siria se encuentran bajo control de grupos de oposición que gozan del respaldo de Turquía, como los establecidos en Ras al Ain.

Según la agencia, estos grupos cortan habitualmente el suministro que proporciona la estación de Aluk, un recurso esencial para la zona. Además, la instalación ya estaba muy dañada por los combates previos contra las milicias del grupo terrorista Estado Islámico.

Cuando esto sucede, los residentes que no pueden permitirse comprar tanques de agua acaban bebiendo directamente de los pozos, con el consiguiente riesgo de enfermedades.

La estación fue construida por el Gobierno sirio y estuvo en uso durante tres años antes del estallido de la guerra civil en 2011.