"Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso ahí al hombre que había formado", anuncia el Génesis (2:8). Entre los ríos Tigris y Éufrates, en la llanura de la Mesopotamia, puso Dios al hombre tras haberlo creado a partir del barro. Hoy, en esa zona que es el actual Irak, los devotos de ese Dios, los cristianos, son cada vez menos. Dos décadas de conflictos han forzado a las comunidades cristianas de Irak al exilio o, incluso, a la muerte. Antes de la invasión estadounidense, había cerca de 1,5 millones de cristianos en la antigua Mesopotamia. Dieciocho años después, apenas son 250.000.

En el lugar donde nació el hombre, él mismo buscó aniquilarse. Desde la invasión liderada por Estados Unidos para derrocar al dictador Sadam Hussein hasta la reciente brutalidad del Estado Islámico, los cristianos han visto cómo mataban o expulsaban a los suyos. Prueba de su influencia es que Irak sigue siendo hogar de iglesias de todo tipo: asirias, caldeas, siríacas y armenias.

Con una larga tradición en el país, sus devotos son la historia viva de la destrucción y las tragedias sufridas en las últimas décadas entre las fronteras de Irak. Durante el régimen de Hussein de 1979 al 2003, los cristianos gozaron de cierta protección. Incluso el cristiano Tariq Aziz, ministro de Asuntos Exteriores durante más de una década, fue un fiel y reconocido asesor del dictador.

Pero la invasión liderada por EEUU vino a romper la convivencia que Hussein había diseñado. El caos, la radicalización y la inestabilidad se ensañaron con los cristianos de Irak. La ruptura de la seguridad en el país dio el pistoletazo de salida a los enfrentamientos sectarios que tuvieron como principal víctima a la minoría cristiana. Años después de la ocupación estadounidense, muchos huyeron hacia los países vecinos o a Occidente.

Radicalización y caos

El conflicto del 2003 forzó a uno de cada 25 iraquís a abandonar sus hogares. Pero lo que vino después no fue mejor. La situación caótica prendió la mecha para la radicalización y la militancia religiosa, con Al Qaeda liderando la lucha contra la ocupación estadounidense. Atentados, secuestros y bombas se convirtieron en el pan de cada día para la minoría cristiana.

De manera repetida, las iglesias eran bombardeadas por los radicales. La comunidad cristiana de Irak, una de las más antiguas del mundo, se veía forzada al exilio para sobrevivir. La noche del 31 de octubre del 2010 seis yihadistas irrumpieron en la iglesia de Nuestra Señora de la Salvación de Bagdad en plena misa de domingo. Estado Islámico firmó el ataque más letal jamás registrado contra los cristianos en Irak, con una sesentena de víctimas tras cuatro horas de carnicería. Este fin de semana el Papa Francisco rezará en esta iglesia.

Traumatizados por una violencia jamás vista en su tierra, más cristianos huyeron. La desconfianza hacia sus vecinos musulmanes parecía irremediable. "Éramos como hermanos: no había diferencia entre un musulmán, un cristiano o un yazidí, todos vivíamos juntos", reconoce Emad Sabri Adul Ahad, supervisor de la Unesco en Mosul, a la BBC. En el verano del 2014, combatientes de Estado Islámico arrasaron esta ciudad al norte de Irak y se hicieron con un amplio territorio al norte del país.

"Nada los hará desistir"

Llegó el episodio más oscuro. Miles de cristianos abandonaron el país o se refugiaron en el Kurdistán iraquí. Monasterios, mezquitas, iglesias, tumbas, edificios históricos fueron víctimas del EI. Finalmente, otro verano pero de 2017, Mosul fue liberada de los yihadistas. En su visita, el Papa irá a la ciudad aún en ruinas que sirve de anticipo para el futuro de Irak.

Bajo el proyecto de la Unesco 'Revivir el viejo Mosul', cristianos y musulmanes reconstruyen sus lugares de culto de la mano. "Y dijo Jehová", auguraba el Génesis (11:6), "he aquí el pueblo es uno, y todos estos tienen un solo lenguaje; y han comenzado a edificar, y ahora nada los hará desistir de lo que han pensado hacer".