Rusia se prepara para recibir una nueva batería de sanciones, en esta ocasión decretadas por el Gobierno de EEUU. Ante las insistentes informaciones procedentes de Washington de que la Administración de Joe Biden ultima un paquete de medidas de represalia en respuesta al envenenamiento del opositor Alekséi Navalni, el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, ya ha advertido de que su país no permanecerá de brazos cruzados y responderá.

"Habrá una reacción, por supuesto; ...... una de las reglas de la diplomacia es la reciprocidad", ha asegurado, en tono contundente, el el titular ruso de Exteriores, en declaraciones reproducidas por la agencia Ria Nóvosti. Siguiendo la misma línea argumental se ha expresado también el Kremlin. El castigo solo logrará "empeorar las relaciones", ha prevenido su portavoz, Dmitri Peskov.

Horas antes, varias agencias de información, entre ellas Reuters, habían anunciado la inminencia de las sanciones, citando a fuentes coincidentes del Gobierno estadounidense. Según las filtraciones disponibles, el Ejecutivo de Biden actuará invocando a una ley, aprobada en 1991 y destinada a controlar y suprimir la producción de armas químicas, así como a dos órdenes ejecutivas, que permiten sancionar a individuos vinculados con la anexión de Crimea o con las mencionadas armas de destrucción masiva.

Las sanciones estarán dirigidas a individuos particulares, y se aprobarán en coordinación con la Unión Europea, como muestra de la recuperación de los lazos transatlánticos proclamada por presidente norteamericano. Novichok, la familia de sustancias con la que fue envenenado Navalni, es considerado un agente neurotóxico de uso militar.

Giro radical

La llegada de Biden a la Casa Blanca ha supuesto un giro radical en el planteamiento de fondo de las relaciones entre Washington y Moscú. Pese a que los contactos no cesaron de deteriorarse durante el mandato de Donald Trump, su predecesor en el cargo, éste siempre se mostraba reacio a castigar al Kremlin, o intentaba aguar, en la medida de lo posible, el impacto de represalias dictadas por otras instituciones estadounidenses, como el Congreso.

El magnate neoyorquino, además, llegaba a dar crédito a los desmentidos y las explicaciones rusas en asuntos tan polémicos como el envenenamiento del exagente secreto Serguéi Skripal en el Reino Unido, y huía de cualquier forma de coordinación con los aliados europeos en sus tratos con el gigante euroasiático. En cambio, Biden, en la primera conversación telefónica que mantuvo el líder de la Casa Blanca con su homólogo ruso, Vladímir Putin, le advirtió de que cualquier acto de injerencia rusa, ya fuese "contra EEUU o contra sus aliados", sería respondido de forma firme por su Administración.