En Georgia, una pequeña exrepública soviética de historia plagada de sobresaltos, los ánimos políticos suelen transitar encrespados, con cíclicas protestas callejeras y una perenne sensación de inestabilidad flotando en el ambiente. En junio del pasado año, miles de personas salieron a la calle para protestar contra el irrespetuoso comportamiento exhibido por Serguéi Gavrílov, un diputado comunista ruso, durante una visita oficial. Un año antes, decenas de miles de jóvenes se adueñaron del centro de Tbilisi, la capital, para expresar su indignación por unas agresivas redadas policiales en locales nocturnos. En las casi tres décadas transcurridas tras la independencia, el país ha padecido al menos tres conflictos armados, en los que perdió cerca del 20% de su territorio nacional a manos de gobernantes separatistas respaldados desde el Kremlin.

El último episodio en la turbulenta historia reciente de Georgia ha sido la accidentada detención del principal líder de la oposición, Nika Melia, junto con una veintena de partidarios el pasado 23 de febrero, acusado de incitar al asalto del Parlamento hace dos años. El arresto ha provocado las críticas unánimes no solo de las oenegés de derechos del hombre, sino también de EEUU y la UE, que han llamado a las partes a solucionar sus diferencias mediante "negociaciones".

La acción policial también ha pasado factura al partido gubernamental, Sueño Georgiano. Días antes, el primer ministro, Giorgi Gajaria, un hombre que se había granjeado reputación de buen gestor durante la pandemia de covid-19, presentó su renuncia por sus diferencias irreconciliables con sus correligionarios en torno al tratamiento del dirigente opositor, a quien prefería mantener en libertad de momento para evitar la polarización del país. "No pude alcanzar un consenso con mi equipo y dimití", se justificó. Su sustituto en el cargo, Irakli Garibashvili, culminó la tarea de penetrar en la fortificada sede del Movimiento Nacional Unido, la formación política de Melia, y enviar a prisión al opositor, desatando una nueva oleada de protestas.

Condena universal

"La condena a las acciones de Sueño Georgiano ha sido universal y justificada; ya ha habido antes arrestos políticos en Georgia, pero ninguno de ellos tan prominente; las escenas violentas (que se han visto) son más propias de Rusia o Turquía que de un país al que se califica frecuentemente de 'faro de la democracia'", ha criticado en un artículo reciente Thomas de Waal, especialista en Europa del Este y el Cáucaso en el centro Carnegie Europa. El retroceso democrático experimentado en Georgia ha sido certificado por la oenegé Freedom House en un informe difundido en mayo pasado, donde se constataron crecientes problemas en el ámbito judicial, con controvertidos "nombramientos de jueces" en el Tribunal Supremo, y el "uso desproporcionado" de la fuerza policial contra los manifestantes.

La sombra de Rusia, el poderoso vecino del norte, país que en el pasado apoyó rebeliones en los territorios secesionistas de Osetia del Sur y Abjasia, planea sobre la crisis. Bizdina Ivanishvili, exprimer ministro y el hombre más rico del país, con una fortuna calculada de 5.000 millones de dólares amasada en Rusia durante las privatizaciones de los años 90, es el líder y principal impulsor del partido gubernamental Sueño Georgiano. Muchas voces dentro y fuera del país le acusan de, disimuladamente y por la puerta de atrás, intentar colocar al país de nuevo a la órbita del Kremlin, pese a que, en teoría, existe un consenso nacional para que el país ingrese a largo plazo en la UE y la OTAN. "Ivanishvili ha promocionado el turismo de Rusia y ha invertido su fortuna en proyectos filantrópicos, entre otras cosas, pero nada más", defiende Arno Jindivbeguishvili, redactor-jefe de la agencia de noticias Gruzhinform, en una conversación telefónica. Olesya Vartanyan, experta del International Crisis Group, asegura en un correo electrónico no haber visto "ningún papel de Rusia" en la actual crisis, aunque admite que la "cuestión de las relaciones con Moscú es un tema que polariza la política georgiana".