Efectos secundarios menores, como fiebre, insomnio o malestar. Y algunas prohibiciones, como el veto a las bebidas alcohólicas o al deporte en las horas siguientes a la inyección. Todos ellos motivos que generaron una desconfianza inicial. Rusia continúa la campaña de inmunización de la población con la vacuna Spútnik V, abierto ya a toda la ciudadanía tras unas semanas en las que se limitó al personal sanitario o educativo. Según el Gobierno, a mediados de enero, 1,5 millones de personas habían recibido los dos viales de que consta el tratamiento, unas cifras cuestionadas por expertos independientes, que sostienen que dicho numero no supera los 300.000.

Anastasia, periodista de 52 años que prefiere no mencionar su apellido, recibió la primera dosis el 9 de enero, y está pendiente de recibir en unos días la segunda. Al trabajar en un portal de internet vinculado a la enseñanza, pudo leer en su móvil la ya célebre 'invitación' de las autoridades sanitarias rusas a inmunizarse, aunque decidió ignorarla hasta fecha reciente por desconfianza. Llegó a la conclusión de que había que vacunarse tras hablar "con gente del ámbito de la sanidad" a la que asegura respetar.

El proceso fue rápido, sin efectos secundarios: "soy una persona muy sana", apostilla. Eso sí, aún no las tiene todas consigo respecto a la efectividad del tratamiento. "En poco tiempo comprobaré si ha valido la pena, si verdaderamente protege de la enfermedad", concluye.

Episodios de fiebre

Para Sasha Kovalyova, abogada de 32 años, todo fue más complicado. Se inyectó por primera vez el 27 de diciembre, y por segunda a mediados de enero. En ambos casos, desarrolló fiebre, de 39 grados y de 37,5 respectivamente, un extremo que la inquietó. Para ella, la vacunación era una necesidad. Sus abuelos tienen más de 80 años y son grupo de riesgo. Pasó junto a ellos la primera fase de la pandemia aislada en una dacha, sin contacto social, para minimizar el riesgo. "No había pasado la enfermedad y llegué a la conclusión que era un peligro mayor no vacunarme", relata.

Pável, de 28 años, quien prefiere no mencionar su verdadero nombre y apellidos, también desarrolló efectos secundarios, como insomnio y malestar, pero ahora que todo ha pasado está satisfecho de haber pasado el trago. Recuerda que el personal médico le prohibió hacer deporte y beber alcohol en las horas siguientes a la inyección. Nikolái Ivanov, de 20 años, destaca "la rapidez" del proceso. Se inscribió en una web y al día siguiente ya pudo presentarse en el policlínico municipal de su barrio.