"Cuatro lucecitas led y un triste pino con unas cuentas bolas de colores", resume Pierre con desazón mientras señala la austera calzada. "Los franceses no somos especialmente festivos, pero este año el espíritu navideño brilla por su ausencia". Desde su quiosco, el quincuagenario observa a los escasos viandantes que circulan esta fría mañana de diciembre por el céntrico boulevard Saint Germain de París. De costumbre concurrido y exuberante, desbordado de turistas que se dan cita en el mítico Café de Flore o el legendario Les Deux Magots para recalentarse con un chocolate caliente en esta época del año, el lujoso barrio parisino parece languidecer, despojado de su leitmotiv. Los cafés permanecen cerrados, también sus restaurantes, tampoco hay rastro del mercadillo navideño inscrito en el calendario y reemplazado por una pequeña tienda de lona blanca con un gran letrero: "covid-19, solo un test, justo a tiempo. Test de antígenos, resultado en 15 minutos". La pandemia de coronavirus se ha llevado por delante el espíritu navideño de este extraño 2020.

Víctimas colaterales de la epidemia, teatros, cines, óperas, museos, cafés y restaurantes permanecerán cerrados estas navidades en toda Francia. Un nuevo toque de queda impuesto entre las 20h y las 6h, dictará los encuentros navideños, salvo en Noche Buena, única excepción en estas sobrias pascuas. "Hay que tratar de quitar hierro al asunto, ver el lado positivo de estas navidades tan particulares, las calles no están desbordadas de turistas, podemos disfrutar de la vida del barrio [...] los comercios se adaptan como pueden y existe una cierta solidaridad entre los vecinos a la hora de apoyar a los comerciantes", relata Aurele, residente del vecindario parisino desde hace más de dos décadas.

Obligados a reinventarse, algunos cafés y 'bistros' han levantado sus persianas para colmar los antojos navideños del barrio: crepes para llevar, chocolate o un vino caliente francés, cargado de azúcar, naranja y canela, se cuelan en los tenderetes provisionales instalados a las puertas de los establecimientos que se resisten a echar el cierre.

Lujo y capricho

No son los únicos que se niegan a permanecer de brazos cruzados estas fechas navideñas. La gastronomía francesa también se ha movilizado para aportar algo de lujo y capricho a la despedida de este año amargo. El chef tres estrellas Michelin Eric Frechon ofrece dos menús festivos para llevar o entregar a domicilio el día de Navidad o Año Nuevo. Por 95 euros, los paladares más exquisitos podrán degustar su terrina de foie gras, su pudín de langosta, su pollo al vino amarillo, su queso brie y su tradicional tronco de Navidad.

A esta alternativa, la única al alcance de los restaurantes hasta nuevo aviso, se han sumado numerosos cocineros de renombre con ofertas más o menos accesibles: Jean-François Piège, Stéphanie Le Quelle, Mauro Colagreco, todos ellos estrellas Michelin, ofrecen la posibilidad de degustar sus creaciones navideñas en casa.

Más difícil será reemplazar la cultura, sus espectáculos y exhibiciones. "2020 ha sido un año muy duro para el sector y todavía no sabemos cuándo volveremos a la 'normalidad' [...] Existe un cierto miedo a que se pierda la costumbre de ir al cine, al teatro o a la ópera", suspira con desasosiego François Alu, bailarín profesional de ballet. "Las navidades son un momento muy especial para la cultura, muchas personas ahorran todo el año para venir a París y poder asistir a una ópera, es un regalo para muchos niños que sueñan con ver el Lago de los Cisnes o El Cascanueces [...] Este año no podrá ser".

Simple retransmisión

La curva de contagios, estancada en una media de más de 10.000 nuevos casos diarios a pesar de las fuertes restricciones, no permitirá cumplir con el pronóstico: todos los establecimientos culturales permanecerán cerrados hasta, como mínimo, el próximo 7 de enero. "A pesar de la frustración, para los bailarines y para el público, siempre habrá una opción B, aunque sea una simple retransmisión en directo [...] Algo siempre es mejor que nada", se consuela el joven bailarín.

Dicen que la esperanza es lo último que se pierde; en estas Navidades parisinas poco o nada festivas, los pequeños gestos marcan la diferencia y quizás consigan levantar los ánimos y dar algo de color a la ensombrecida ciudad de la luz. "Este año hay pocas decoraciones e iluminaciones porque los comercios deben sufragar buena parte de sus costes, tras meses de pérdidas, todos miran por su bolsillo, ¡y qué menos! -lanza el quiosquero con resignación-. Si todos pusiéramos una pequeña decoración en nuestras ventanas daríamos algo de ambiente a la ciudad, un poco de vida...".

Una banderita tricolor y un minúsculo árbol de navidad decoran su garita repleta de titulares sobre la evolución de la epidemia y la promesa de una vacuna. "Quizás sea ese el mejor regalo de estas navidades, un punto y final al covid-19", dice con un guiño de ojos, por primera vez impregnados de un leve espíritu navideño.