Un nuevo brote de coronavirus en un matadero ha vuelto avivar las críticas contra la industria cárnica alemana. Como confirmó este miércoles la dirección de la empresa Tönnies -líder del sector en Alemania-, su planta procesadora de Rheda-Wiedenbrück registró al menos 657 casos positivos por covid-19. Es el último episodio de una serie de infecciones en diferentes mataderos del país que se han convertido así en el centro de la atención del poder político y de los medios por las malas condiciones laborales y de higiene, y también por la falta de control externo del sector por parte de las autoridades.

La empresa paralizó el funcionamiento de su factoría para intentar frenar el brote y puso a sus trabajadores y sus familiares bajo cuarentena -alrededor de 7.000 personas-. Las autoridades de Renania del Norte-Westfalia también decidieron volver a cerrar escuelas y guarderías en el distrito de Gütersloh, en el que está situado el matadero de Tönnies. Con estas medidas, el Gobierno regional del estado federado, uno de los más golpeados por la pandemia dentro de Alemania, espera que el rebrote se limite a "un fenómeno local".

El de Gütersloh es uno de los varios focos de infección registrados en las últimas horas en Alemania; en el popular barrio berlinés de Neukölln fueron puestos en cuarentena siete bloques de viviendas con alrededor de 370 hogares. En la ciudad de Göttingen, las autoridades también pusieron bajo cuarentena un bloque de apartamentos con unos 700 vecinos tras detectar otras 100 infecciones.

Pese a estos nuevos focos, el Instituto Robert Koch (RKI) confirmó que el llamado factor de reproducción sigue estando por debajo del 1% en Alemania, el nivel considerado como crítico por el Gobierno federal para reactivar restricciones. Según datos del RKI, la cifra de muertos en Alemania supera los 8.800 y la de infectados rebasa los 187.700. La cantidad de recuperados es aplastantemente mayoritaria.

TEMPORALIDAD Y PRECARIEDAD

La empresa cárnica Tönnies cree que el brote responde a que sus trabajadores extranjeros pasaron un fin de semana en sus países de origen y trajeron consigo el virus; otro de los factores que aduce la compañía son las bajas temperaturas en las salas en las que se procesa la carne, lo que haría más fácil la transmisión del covid-19. Tönnies no comenta, sin embargo, las acusaciones que enfrenta desde hace años el sector: es decir, que los trabajadores extranjeros -fundamentalmente de Rumanía y Bulgaria- trabajan en pésimas condiciones, con contratos temporales por obra y servicio, y que viven en alojamientos precarios y masificados.

"El tiempo de incubación es, de media, cinco días, por lo que una visita de un fin de semana difícilmente explica el contagio de un número tan alto de personas", explica a la agencia DPA Isabella Eckerle, directora del centro de investigación Emerging Viruses, de la Universidad de Ginebra. "El contacto constante bajo malas condiciones laborales y habitacionales puede provocar que una o varias personas contagiadas se conviertan en un número muy grande", añade Eckerle. Tönnies insiste en que ha implementado en las últimas semanas medidas para asegurar la higiene de los trabajadores.

CASCADA DE CRÍTICAS

La cascada de críticas contra un sector que ya estaba en el ojo de huracán antes de este último brote no se ha hecho esperar. "Mientras que nada cambie en esas estructuras, se seguirán produciendo brotes masivos en la industria cárnica y en otros sectores, y no se podrá controlar la situación", dijo al canal alemán internacional Deutsche Welle Peter Kossen, un sacerdote católico que lleva años denunciando la situación laboral de trabajadores extranjeros en la industria cárnica. "Mujeres y hombres se ven desgastados por esas condiciones laborales y vitales. Son tratados como si no tuvieran dignidad humana alguna, como si fueran personas de tercera clase", dice Kossen.

El reciente caso de explotación de decenas de trabajadores rumanos en una empresa de cultivo de espárragos también en Renania del Norte-Westfalia -destapado por un pequeño sindicato anarquista alemán- refuerza la sospecha de que el de Tönnies no es un caso aislado y que hay otros muchos en el sector cárnico y también en la industria agrícola.

Alemania es uno de los mayores consumidores de carne del mundo. La enorme cantidad de carne producida a nivel industrial permite reducir el precio final de venta. Los bajos salarios y unas malas condiciones laborales también parecen contribuir a ello. La pandemia visibiliza ahora una situación que vienen denunciando organizaciones de defensa del consumidor y oenegés desde hace años. Prácticamente todo el arco parlamentario alemán exige una mayor regulación del sector en un país en el que se han llegado a ofertar dos kilos de pollo por menos de cuatro euros.