China colocó ayer el cero en la casilla de nuevos contagios y fallecidos por primera vez desde que empezara en enero a publicar los datos del covid-19. La cifra es otro mojón en la victoria en esa «guerra popular» que meses atrás le declaró Pekín a la pandemia y que se anuncia como inminente ahora, durante la Asamblea Nacional Popular.

Los únicos incidentes reseñados por la Comisión Nacional de Salud en las últimas 24 horas fueron un caso importado en Shanghái y otro de trasmisión local en la provincia de Jilin. Los registros oficiales hablan de 82.791 contagios y 4.634 muertes. Solo 79 contagiados siguen recibiendo tratamiento médico y 5.085 permanecen en observación.

El cerrojo dictado a finales de enero en el epicentro de la pandemia y las cuarentenas cortaron las vías de contagio. China alcanzó su pico en febrero y experimentó un rápido descenso mientras la enfermedad se extendía por el mundo. Casi cinco meses después de que media docena de vendedores de un mercado de abastos de Wuhan fueran hospitalizados por una extraña neumonía, Pekín encadena síntomas de la recobrada normalidad. El primer ministro, Li Keqiang, subrayaba el viernes en la apertura del legislativo «los grandes logros» conseguidos pero aclaraba que «no había desaparecido por completo».

FOCO EN LA ECONOMÍA / La celebración de la asamblea, suspendida en marzo por la crisis sanitaria, certifica que el Gobierno ya se siente seguro para traer a la capital a 3.000 delegados de todo el país. La amenaza de un rebrote explica que se sometieran a un doble test de ácido nucleico y que permanecieran encerrados en hoteles hasta confirmar el negativo. La capital suma ya más de un mes sin contagios locales.

La prioridad del Gobierno es reactivar la economía y recuperar los millones de puestos de trabajo perdidos. Li aludió a «la gran incertidumbre» para justificar que, por primera vez en tres décadas, el Gobierno no se aventurase con el pronóstico del crecimiento económico.