Será una batalla que se librará en múltiples frentes, en pie de desigualdad y sin posibilidad de éxito inmediato. Se llevará a cabo en un contexto desfavorable, debido no solo a las prohibiciones que limitan los actos públicos por la epidemia de coronavirus, sino también al miedo de la población a infectarse. Contra viento y marea, los principales partidos opositores y movimientos contestatarios de Rusia ultiman sus acciones, desde recursos judiciales hasta la convocatoria de manifestaciones cuando las circunstancias lo permitan, pasando por campañas en internet o llamamientos a la abstención en contra de la batería de reformas constitucionales recién aprobadas por el Parlamento, que permitirán a Vladímir Putin convertirse de facto en el presidente vitalicio.

«Es evidente que no podremos impedir que [las reformas] salgan adelante, pero sí deslegitimar la maniobra» a los ojos de los ciudadanos», asegura a este diario Nikolái Ribakov, presidente de Yabloko, un partido que a diferencia de otras fuerzas liberales, cuenta con representación en varios parlamentos regionales, incluyendo las influyentes asambleas municipales de Moscú y San Petersburgo.

CONTRADICCIÓN / Su intención inmediata es dirigirse al Tribunal Constitucional para que se pronuncie sobre la posibilidad de que Putin pueda ser elegido de nuevo, «destacando la contradicción», según el político, de que esta misma corte, en noviembre de 1998, cuando faltaban dos años para las presidenciales del 2000, decidió que Boris Yeltsin, el anterior jefe del Estado, no era elegible para un tercer mandato. Pese a que durante su presidencia, en 1993, el país se dotó de una nueva Constitución, a Yeltsin no se le permitió entonces poner el contador a cero, a diferencia de lo que sucede ahora con Putin, destaca Ribakov.

El éxito o fracaso de las movilizaciones dependerá en gran medida en la capacidad de poner a un lado las diferencias de la fragmentada oposición liberal, donde abundan los personalismos y las luchas de egos.

«Estamos dispuestos a unirnos con cualquiera que se oponga [al Kremlin], ya sea con los partidarios de [Alekséi] Navalni [bloguero anticorrupción], con los de [Mijaíl] Jodorkovski [empresario opositor exiliado]», enfatizó Andréi Zúbov, vicepresidente del Partido de la Libertad Popular (PARNAS), que codirigía el opositor Borís Nemtsov, asesinado hace cinco años.

LÍNEAS ROJAS / Eso sí, marca líneas rojas: «los comunistas», con una cuarentena de diputados en la Duma Estatal, a los que considera «parte del régimen» pese a que algunos de ellos se han mostrado muy crítico respecto a las intenciones del presidente de eternizarse en el poder, o la también liberal Ksenia Sobchak, la única mujer candidata en las presidenciales del 2018, a la que tilda de «sparring» oficialista.

A diferencia del Kremlin, que de momento mantiene el referéndum constitucional para el 22 de abril, la oposición ha desconvocado la primera manifestación de protesta, que debía celebrarse hoy. Su organizador, Andréi Pribobarov, insiste a este diario en que se trata de un «acto de responsabilidad» y de que la marcha ha sido simplemente aplazada y se llevará a cabo, cuente o no con autorización. A la vez, califica de «criminal» el mantenimiento de la votación de abril, explicable, según su opinión, en las «prisas» que tiene el Kremlin para sacar adelante la reforma antes de que la economía y la situación se deterioren más por el coronavirus.

Dadas las limitaciones para sacar a la gente a la calle, las iniciativas contra la reforma están teniendo lugar en internet.

Más de 400 escritores, artistas, académicos y abogados han rubricado una carta abierta calificando la maniobra de «golpe de Estado» que «amenaza con convertirse en una nueva tragedia nacional». La periodista Tatiana Melkina, una de las firmantes, explica que se adhirió al manifiesto como una «forma de terapia», pero admite que no alberga grandes expectativas. «Creo que mucha gente ha perdido la esperanza».