Mohamed dice que es como los demás: que no sabe qué pasará con él mañana ni si seguirá con vida. Lo dice, sin embargo, con una tranquilidad que asusta: "No sé si escaparé, nadie lo sabe. Hoy estoy en la ciudad de Idleb. Mañana, quién sabe. Ni me lo planteo", explica este sirio profesor de escuela atrapado en la provincia de Idleb, la última que resiste en Siria en las manos de los rebeldes sirios.

Pero la situación está a punto de cambiar. Desde hace varias semanas, el Ejército del presidente sirio, Bashar el Asad ha empezado una ofensiva con todo para retomar la región junto con el apoyo de Irán y Rusia. Los bombardeos rusos y sirios, diarios y masivos, se cuentan por centenares. Más de 300 civiles han muerto en Idleb desde el 1 de enero. Y 900.000 han escapado hacia la frontera turca, que está cerrada y así va a seguir, según Turquía.

La situación es desesperada. "La gente está muy nerviosa dice Mohamed, que vive en la ciudad de Idleb al centro de la región. Nadie sabe qué hacer, si la batalla nos llegará aquí o no. La incertidumbre lo hace todavía más difícil. Mucha gente de Idleb ha huido hacia el norte, hacia la frontera. Y muchísima más gente aún llega a la ciudad viniendo del sur, donde hay combates y bombardeos".

TURQUÍA INTENTA PARARLO

En lo que llevamos de ofensiva, Asad ha podido arrebatar a los rebeldes de Idleb entre los que hay facciones yihadistas casi la mitad de la provincia. Pero ahora la operación militar de Damasco está en cuestión, porque Turquía, la encargada de controlar Idleb y que tiene cerca de 9.000 soldados en la región, ha dicho que no lo permitirá. Erdogan asegura que una contraofensiva turca contra Asad en Idleb es cuestión de días. El presidente turco se reunirá el 5 de marzo con Emmanuel Macron, Angela Merkel y Vladímir Putin para abordar la situación.

Pero de momento los turcos se han mostrado con dudas. No quieren perder su buena relación con Rusia, y una guerra a gran escala en Idleb provocaría otra llegada masiva de refugiados a Turquía, algo que Erdogan ni quiere ni puede permitirse. "Espero que Turquía adopte un papel más importante pronto. Si no, viviremos una tragedia enorme", dice Abu Kasem, originario de Idleb y que malvive ahora en los campos de refugiados de la frontera.

"Mucha gente no tiene tiendas y duerme en coches, bajo árboles. Hay peleas para encontrar algo de comer. Y va a peor, porque la ofensiva rusa y de Asad continúa y cada día va llegando más gente a los campos. ¿Qué va a ser de nosotros? Vivimos con pánico nuestro futuro", explica Abu Kasem.

EL PAN DE CADA DÍA

Aunque más brutal y mortífera, la situación de emergencia no es para nada nueva en Idleb. Asad y la aviación rusa llevan años bombardeando la región a diario, y sus objetivos no han sido solo posiciones militares rebeldes, sino que, en muchas ocasiones, sus bombas han ido dirigidas a escuelas, hospitales, mercados y edificios de viviendas. Es la táctica de tierra quemada de Asad, desde el inicio de la guerra.

"Los ataques de Asad y Rusia quieren o matar a civiles o hacerles su vida más difícil. Matan a cientos de personas, destruyen hospitales y disparan contra columnas de desplazados", dice Asaad Hanna, portavoz de los Cascos Blancos, una organización de rescate en Idleb. Contra ellos, contra los Cascos Blancos, explica Hanna, utilizan la técnica del doble disparo: bombardean un edificio, esperan a que lleguen los equipos de rescate y, una vez ven que estos están allí, mandan otra bomba de camino. "Lo hacen constantemente y somos su objetivo", dice Hanna.

ÚLTIMA PARADA

De los casi cuatro millones de civiles que en la actualidad viven en Idleb, más de la mitad son desplazados de guerra: varios millones, durante los casi nueve años de guerra, han llegado aquí huyendo de los avances militares de Asad y sus aliados.

Mohamed es uno de ellos. Llegó a Idleb hace poco más de un año, huyendo de Guta, un suburbio de Damasco del que ahora, gracias a la artillería y las bombas, ya no queda ni un edificio en pie. "En Guta, como mínimo, sabíamos que al final podríamos escapar y venir aquí. Pero esta es la última parada. Ya no hay más. Está todo el Ejército sirio, Rusia e Irán atacándonos. Tengo muchísimo más miedo", dice Mohamed, que vive con su mujer y su hija pequeña.

"Si llegan a la ciudad, no voy a dejar que nos capturen. Nos matarían a todos. Cortan las cabezas de los capturados. ¿Qué nos harían si nos atrapasen a nosotros? No son humanos; son como monstruos", explica Mohamed, que habla con una tranquilidad pasmosa, como si la cosa no fuese con él. Es, seguramente, la calma del que ha convertido en normalidad una vida bajo las bombas, con el peligro de muerte acechando constantemente.