Ha necesitado siete meses la justicia china para revelar los cargos contra un escritor, académico y activista prodemocrático australiano. Yang Hengjun ha sido acusado de espionaje, un delito vaporoso y elástico que acarrea desde tres años hasta la pena capital. Canberra, que acumula pleitos con Pekín en los últimos meses, ha comunicado su "decepción y preocupación" por el caso.

China detuvo a Yang tras aterrizar junto a su esposa e hijo en el aeropuerto de Guangzhou (provincia sureña de Guangdong) a finales de enero y le sometió al litúrgico proceso. Primero, el sistema conocido como "vigilancia domiciliaria en una ubicación designada": una detención en un lugar ignoto sin comunicaciones con el exterior ni asistencia legal e interrogatorios con escaso tacto. Y en julio, cuando la fiscalía aceptó el caso, el traslado a un centro de detención en Pekín con apenas una reunión mensual de media hora con representantes consulares.

El Ministerio de Exteriores ha confirmado que Yang está acusado de "actividades criminales que ponen en peligro la seguridad nacional" sin aclarar en qué consisten. "Creemos que le acusan de espiar para Australia, pero no ha sido especificado en los cargos. Estamos preocupados porque, si esa fuera la acusación, carecería de cualquier fundamento", ha revelado Rob Stary, abogado de Yang. La justicia china prohíbe los contactos del investigado con sus letrados e incluso el traslado de documentos legales en las causas relacionadas con la seguridad nacional. Pekín ha asegurado que el procedimiento está cumpliendo con los requisitos legales y que todos sus derechos han sido protegidos.

El Gobierno australiano comparte la inquietud y ha denunciado las "duras condiciones" que padece Yang en su detención. "Reitero mis previas peticiones de que el Dr. Yang sea liberado si ha sido detenido por sus creencias políticas", ha afirmado este martes Marise Payne, ministra de Exteriores.

PIDEN UNA REFORMA DEMOCRÁTICA

Yang había sido funcionario chino antes de trasladarse a Australia y conseguir su nacionalidad. Ha publicado sus novelas bajo el nombre de Wei Shi y desde su popular cuenta de Twitter ha pedido reformas democráticas en China. En los últimos años vivía en Estados Unidos y ejercía de académico en la Universidad de Columbia. Pekín ha prohibido a su esposa abandonar el país.

Yang es el último extranjero acusado por espionaje en los últimos meses. Los canadienses Michael Kovrig, antiguo diplomático, y Michael Spavor, empresario, fueron detenidos en diciembre, pocos días después de que en su país empezara el proceso de extradición a la alta ejecutiva del gigante tecnológico Huawei.

No pasan por sus mejores momentos las relaciones entre Pekín y Canberra, uno de los gobiernos que con más ahínco denuncia las violaciones de derechos humanos en China. La prensa australiana ha denunciado su creciente influencia: los contratos firmados por universidades con Pekín, las generosas aportaciones económicas de magnates chinos a partidos políticos, la insuficiente protección a disidentes.

La detención de un alto ejecutivo de la multinacional australiana Rio Tinto ya desató las turbulencias en 2010. Más recientemente, tres australianos fueron sentenciados por promover el juego en un complejo de lujo dos años atrás.