Añadan una sociedad jerárquica y patriarcal al olímpico desprecio por los derechos humanos y leerán sin sorpresas el informe sobre la situación de la mujer norcoreana. Son tropelías sexuales cotidianas e impunes que oscilan desde los toqueteos a la violación. A Corea del Norte, una tozuda excepción en el mundo globalizado, no ha llegado el movimiento del #Metoo ni se le espera.

El informe es de Human Rights Watch (HRW), la organización de derechos humanos más sólida y seria en Asia. Entrevistó durante dos años a una cincuentena de mujeres huidas del país desde 2011, cuando subió al poder el tirano Kim Jong-un, y ha plasmado sus testimonios y conclusiones en 98 páginas. Cualquier hombre con un minúsculo poder está facultado al abuso: funcionarios del Gobierno, policías, soldados, inspectores de tren, encargados de empresa

La abundancia de hombres en los cargos oficiales empuja a las mujeres a los mercados negros que estimulan la economía ahogada por las sanciones internacionales. Son zonas turbias donde se mira hacia otro lado a cambio de sobornos sexuales. Oh Jung-hee, una comerciante, desvela que son vistas como juguetes sexuales y que nadie repara en el problema. Ni siquiera nos damos cuenta de que estamos heridas. Pero somos humanas y lo sentimos. Algunas veces lloras por la noche y no sabes por qué, continúa.

Violaciones periódicas

Los desmanes son más acusados hacia las que violan la ley. Park Ypung-hee, campesina repatriada tras escapar a China, recuerda que el policía magreaba sus piernas e introdujo sus dedos varias veces en ella durante el interrogatorio. Otra relata violaciones periódicas en el centro de detención. Cada noche entraba un guardia a la celda. Yo me mantenía quieta, como si no lo hubiera oído, esperando no ser la elegida, señala.

Conceptos como agresión sexual o violencia doméstica son indefinidos en una sociedad ajena a las conquistas de la mujer. El grupo Iniciativa por el Futuro de Corea denunciaba recientemente que la misoginia débilmente camuflada penetra en todo lo que el Gobierno toca y permite a los infractores refugiarse en las convenciones patriarcales de la sociedad y las instituciones.

Persiste en las víctimas un estigma que desincentiva la denuncia. Estaba avergonzada y asustada, todo el mundo me habría culpado, justifica una mujer violada. Otras víctimas fueron expulsadas de su universidad y golpeadas o abandonadas por sus maridos por el oprobio causado a la institución o la familia. Solo una de las 54 mujeres entrevistadas acudió a la policía.

"Una argucia contra el diálogo con EEUU"

La propaganda explica a los norcoreanos que disfrutan de un paraíso socialista sin los crímenes de las decadentes sociedades capitalistas. Las cifras oficiales enviadas el pasado año a la ONU hablaban de cinco condenados por violación en 2015 y de siete en 2011. Pionyang ha desdeñado el informe de HRW como una argucia para arruinar el proceso de diálogo. Es otro intento inútil de fuerzas hostiles y deshonestas, que se sienten incómodas en este contexto de paz, reconciliación, prosperidad y cooperación en la península coreana, de entorpecer el acercamiento aludiendo a ese asunto de los derechos humanos con infundadas y ficticias historias, sostiene un comunicado citado por la agencia Reuters.

Norcoreanos exiliados y activistas lamentan el olvido de los derechos humanos en la maratón diplomática que busca la desnuclearización del país. Incluso Moon Jae-in, el admirable presidente surcoreano, los ha sacrificado para proteger el objetivo superior de la paz.