El Partido Laborista votará contra cualquier acuerdo sobre el brexit que logre alcanzar Theresa May. Tampoco excluirá la opción de mantener al Reino Unido en la Unión Europea en un segundo referéndum. Así lo anunció ayer el ministro laborista en la sombra para el brexit, Keir Starmer, desde la tribuna de la conferencia anual del partido en Liverpool.

«Si la primera ministra vuelve de las negociaciones con un acuerdo que no responde a nuestros criterios, votaremos en contra», advirtió Stamer. La decisión de oponerse al plan de Chequers y la esperanza de provocar una elección general ya fue anticipada por el líder Jeremy Corbyn.

La sorpresa llegó cuando Starmer se salió del guion oficial y afirmó que, si el acuerdo que trata de lograr May fracasa y la primera ministra se niega a convocar una elección general, «debemos romper el impasse. Nuestras opciones deben incluir hacer campaña por el voto de los ciudadanos y nadie está excluyendo la opción de mantenernos» (remain) en la UE. Sus palabras fueron acogidas con una ovación de la sala puesta en pie.

Pero no todos aplaudían. La plana mayor del partido, incluidas sus tres más importantes figuras -Corbyn, su mano derecha, el titular de Finanzas, John McDonnell, y el líder sindicalista, Len McCluskey, del sindicato Unite-, habían excluido repetidamente la posibilidad de plantear una consulta que pueda anular el resultado del referéndum del 2016. El propio McCluskey salió inmediatamente a la palestra para rechazar lo anunciado por su colega. «A pesar de lo que dice Keir, ese voto será sobre los términos del acuerdo [con la UE]». Es decir, versará sobre cómo negociar la mejor opción de salida, pero sin cuestionar que la ruptura deba llevarse a cabo.

De golpe en Liverpool estalló la disputa soterrada que ha venido librándose en el Partido Laborista desde la campaña del referéndum. Apenas unos minutos después del anuncio, Starmer fue acusado por algunos de sus colegas de haber utilizado el discurso para lanzar su carrera al liderazgo, con la vista puesta en reemplazar a Corbyn y postularse como el candidato a favor de la permanencia.

Algunos diputados y sindicalistas partidarios de dejar la UE calificaron de «suicidio electoral» la posibilidad de revertir el resultado del referéndum. Algo así sería visto como «una traición» por millones de simpatizantes laboristas, muchos de ellos de edad avanzada, o salidos de medios de la clase obrera, que votaron a favor de la salida.

JÓVENES EUROPEÍSTAS / Por el contrario, numerosos jóvenes militantes, miembros muchos ellos del grupo izquierdista de presión Momentum, que encumbró a Corbyn, quieren permanecer en la UE y comenzaron a denunciar las «tretas antidemocráticas» de la dirección para ignorar sus deseos. Finalmente, una moción que mantiene «todas las opciones abiertas», cuya redacción había sido cuidadosamente acordada el domingo tras más de cinco horas de debate, fue aprobada por amplia mayoría, dejando así la puerta abierta a un segundo referéndum, algo impensable hace solo un año.

El tema no figuraba tan siquiera en la agenda oficial de la conferencia. La dirección laborista ya logró excluirlo el año pasado del debate, pero en esta ocasión no pudo ignorar las 151 mociones presentadas por las bases para discutir el plan del brexit.

Tras el show que evidenció las divisiones internas, Corbyn se negó a contestar en una entrevista de la BBC si votaría a favor de la salida o la permanencia en un hipotético segundo referéndum. El líder laborista rechazó que el partido esté rompiendo con su promesa de dejar la UE.

Theresa May insistió ayer en que el plan de Chequers es el adecuado y que los laboristas votarían contra el interés nacional si se oponen a él en la Cámara de los Comunes.