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PERFIL

El gran favorito

Andrés Manuel López Obrador es una imagen en la que cada cual ve lo que quiere. Entre quienes lo admiran dicen que es el líder radical de una revolución pacífica o un pragmático capaz de pactar con los poderes fácticos. Los que lo rechazan hacen descripciones contradictorias: es un malvado, un puritano, un embaucador, un iluminado…

Sin embargo, el dirigente izquierdista ha logrado vencer las campañas de desprestigio: hace un año, los sondeos sobre su persona mostraban un rechazo superior a la aprobación. Ahora, la empresa Demotecnia difundió una encuesta en la que AMLO es el único de los cuatro candidatos con un balance favorable: 58% de los entrevistados dijo tener una opinión positiva contra 28% negativa. Algo parecido ocurre con los inversionistas: las advertencias de una fuga masiva de capitales por temor a López Obrador son desmentidas por el fortalecimiento de la moneda.

Acusan a AMLO de ser un Hugo Chávez encubierto. Pero el venezolano no es una de sus referencias. El caudillo de la guerra contra España, José María Morelos; el republicano que expulsó al Ejército francés y separó la iglesia del Estado, Benito Juárez; el revolucionario campesino Emiliano Zapata y el general que les arrebató la riqueza del subsuelo a las grandes petroleras extranjeras, Lázaro Cárdenas, son sus figuras de adoración. Y se asume como continuador de su obra, al prometer «la cuarta transformación de México», después de la Independencia (1810-21), la Reforma (1857) y la Revolución (1910-19).

Nacido en el sureño estado de Tabasco el 13 de noviembre de 1953, en 1991 encabezó el «éxodo de la democracia», una marcha de 50 días y 750 kilómetros en protesta por un fraude en elecciones locales. Esa energía lo ha mantenido en giras constantes en contacto con la gente. En esta campaña, a sus 64 años, realizó más mítines y visitó más lugares que sus rivales José Antonio Meade (PRI, 49 años) y Ricardo Anaya (PAN, 39 años).

Como jefe de Gobierno de Ciudad de México, López Obrador recuperó el Centro Histórico, impulsó el transporte público, construyó grandes avenidas, promovió la inversión privada y mejoró la seguridad.

Su historia no se asemeja a la de Chávez, un militar golpista, sino a la del brasileño Lula da Silva, dirigente social que alcanzó la presidencia de Brasil tras varios intentos. Como ambos, interpretará la suya como una victoria popular.

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