Veinticuatro horas. Es el tiempo que han necesitado los líderes nacionalistas corsos para llegar a la conclusión de que el Gobierno francés no está por la labor de hacer concesiones. La visita a París del jefe del Ejecutivo local, Gilles Simeoni, y del presidente de la Asamblea corsa, Jean-Guy Talamoni, iniciada el lunes en el Palacio de Matignon en un clima de cordialidad, ha dado este martes un giro de 180 grados.

La voluntad de diálogo que percibieron en el primer ministro, Edouard Philippe, para iniciar una nueva etapa política se ha visto bruscamente interrumpida por las resistencias del Senado, la cámara dominada por la derecha que tiene la llave de la reforma constitucional que los nacionalistas quieren aprovechar para incluir una referencia a la especificidad de la isla.

Su presidente Gérard Larcher, del partido de Los Republicanos, fue inflexible. « Si la especificidad insular de Córcega y su identidad deben ser tenidas en cuenta, la República es una e indivisible », dice en un comunicado que subraya la voluntad de la Cámara alta de ser « garante de la unidad nacional ».

En otras palabras, Córcega obtendría un « derecho a la diferenciación » similar a otras regiones francesas dentro del artículo 72 de la carta magna (una suerte de ‘café para todos’) y no un estatus particular como ha sido el caso de Nueva Caledonia, que este otoño celebrará un referendum de autodeterminación.

El jarro de agua fría ha irritado a los dirigentes corsos, decididos a presionar al Gobierno antes de la visita a la isla del presidente Emmanuel Macron, programada para el 6 y 7 de febrero. « El Estado rechaza reconocer la dimensión política de la cuestión corsa. En estas condiciones, hacemos un llamamiento a una manifestación popular en los próximos días », han escrito Simeoni y Talamoni en Twitter. Ni el Elíseo ni Matignon esperaban tal viraje.

Una crisis política

A pesar de cierta decepción, Simeoni había calificado de positivo el primer contacto con Philippe porque se les había permitido exponer en detalle todas sus reivindicaciones. La puerta de la negociación permanecía abierta. Pero del Senado se llevaron la impresión de que ni siquiera se les había escuchado. En definitiva, el clima se enfría.

Los dirigentes corsos creen que París ignora el resultado de las elecciones territoriales del pasado mes de diciembre que, con un aplastante 56,5% de los votos, les situó a la cabeza de las instituciones locales con un programa que contempla un estatuto de autonomía en diez años, la cooficialidad de la lengua corsa, el acercamiento y posterior aministía para los llamados presos políticos y un estatuto de residente.

Asuntos a los que el Ejecutivo da la callada por respuesta salvo en el caso del traslado de algunos presos. Con su llamamiento a la movilización, pretenden que la presión popular oblige al Gobierno a ceder. « No tenemos otra opción. Es una crisis política, porque nos piden renunciar a todo », lamenta Simeoni.

El pulso puede ser duro. Macron viaja a Córcega coincidiendo con el 20 aniversario del asesinato del prefecto Claude Érignac a manos de un comando nacionalista. La fecha no ha sido elegida al azar. Todo lo contrario, es un claro mensaje de que la autoridad del Estado no se negocia.

« Si no se ofrece una perspectiva política, se coloca una tapa en la marmita. Estamos en un impás democrático, en una situación de crisis », ha alertado Gilles Simeoni en ‘Le Parisien’ apelando a Macron a no desperdiciar una oportunidad histórica para construir una nueva relación.