Nadie puede decir a ciencia cierta cuál es la estrategia de Donald Trump para lidiar con Corea del Norte. Peor aún: ni siquiera se puede asegurar que el presidente de Estados Unidos tenga un planteamiento estratégico para abordar la última crisis abierta entre los dos países.

Los intensificados cruces de asaltos verbales y amenazas por ambas partes en los últimos días parecen dirigirles a un enfrentamiento bélico de consecuencias impredecibles pero temibles en todos los escenarios. Impera el desconcierto, dentro y fuera de EEUU, especialmente ante los mensajes contradictorios que han emanado de la Administración de Washington.

Tras los furiosos tuits, las violentas declaraciones y los intimidatorios comunicados oficiales de los dos líderes, no obstante, laten otras acciones y realidades que apuntan a que la apuesta por la vía diplomática mantiene su prioridad.

La agencia AP reveló ayer que poco después de la toma de posesión de Trump se reabrió un canal secreto de comunicación directa entre Washington y Pionyang. Aunque se usó intermitentemente en Administraciones previas, se cerró en los últimos siete meses de la presidencia de Obama tras otra crisis por sanciones a Corea de Norte.

Si bien los estadounidenses que Pionyang mantiene presos han sido el foco principal de las conversaciones que mantienen con regularidad Joseph Yun, el encargado en Washington de política norcoreana, y Pak Song Il, un diplomático en la misión ante la ONU del régimen de Kim Jong-un, el diálogo abarca las deterioradas relaciones bilaterales también. Y pese a que su principal logro de momento sea permitir la conversación directa entre Washington y Pionyang, se considera como potencial base para siquiera empezar a hablar sobre negociaciones.

Es a ese canal secreto al que pareció referirse el secretario de Estado, Rex Tillerson, cuando aseguró el fin de semana pasado en Filipinas que EEUU «tiene otros medios de comunicación abiertos para ellos, para escucharles si quieren hablar». Y su uso da indicios de una relación más pragmática que la que Trump y Kim muestran en público, en la que lo que lanzan al mundo es un mensaje de recrudecido enfrentamiento.

COMO EN UNA PELÍCULA / El mandatario estadounidense ha reforzado ese mensaje este viernes con un tuit en el que ha asegurado que «las soluciones militares están totalmente listas, aseguradas y cargadas», una expresión que popularizó John Wayne en la película Arenas sangrientas, sobre la batalla de Iwo Jima.

Desde Corea del Norte se ha respondido con un mensaje oficial acusando a la Casa Blanca de ser «agitadores de guerra, inconscientes de que incluso un solo proyectil lanzado sobre la península podría llevar al estallido de una nueva guerra mundial, una guerra termonuclear».

Es una apertura siquiera discreta a una diplomacia por la que claman otros líderes mundiales. Ayer lo hicieron, entre otros, la cancillera alemana y el ministro de Asuntos Exteriores ruso, así como el gobierno chino. Desde Pekín se ha rogado «que todas las partes controlen sus palabras y acciones», Angela Merkel declaró que considera «la escalada verbal la respuesta equivocada» y Sergei Lavrov señaló los elevados riesgos de conflicto «especialmente dada la retórica de amenazas directas de uso de fuerza». «En lo que se refiere a una pelea, el más fuerte e inteligente debe dar el primer paso para alejarse de la peligrosa línea», aseguró.