Una Theresa May humillada y aparentemente conciliadora prometió ayer trabajar en la búsqueda del máximo consenso ciudadano en las negociaciones del brexit. La salida de la Unión Europea debe «beneficiar a cada comunidad» -afirmó en la Cámara de los Comunes-, debe «reflejar el deseo de los británicos», «funcionar para todo el Reino Unido» y «contar con el máximo apoyo ciudadano». Un acuerdo que, en definitiva, «refleje el resultado del referéndum», añadió la primera ministra. En la consulta del 23 de junio del año pasado, el 52% votó por la salida, frente al 48% que lo hizo a favor de seguir en la UE.

El brexit y la lucha antiterrorista dominaron el sombrío discurso de la reina Isabel II en la apertura del nuevo Parlamento británico. La soberana enumeró las propuestas legislativas de un Gobierno conservador sin mayoría y una primera ministra en posición de extrema debilidad.

De los 27 proyectos presentados para los próximos dos años, ocho están dedicados al brexit. «La prioridad de mi Gobierno es asegurar el mejor acuerdo posible, ahora que el país deja la UE», señaló May en busca de un mayor entendimiento dentro del Parlamento y con los gobiernos de Escocia, Gales e Irlanda del Norte. Entre las ocho leyes del brexit está la llamada repeal bill, que traspasará las actuales normas de la UE a las leyes del Reino Unido. Algunos capítulos de esta ley precisarán del consentimiento de Escocia, lo que puede implicar que deba aprobarlos su Parlamento.

El resto de leyes tratarán todo tipo de aspectos, como inmigración, tarifas aduaneras, comercio, pesca, agricultura, seguridad nuclear y sanciones internacionales. Cada una deberá ser aprobada por los diputados. May tendrá muy difícil su tramitación en la Cámara de los Comunes y una derrota puede llevar a la moción de censura y su relevo.

Los recientes atentados que ha sufrido el Reino Unidos y los fallos de los servicios de inteligencia se han reflejado, como se esperaba, en las nuevas propuestas. «A la luz de los atentados terroristas en Manchester y Londres, se revisará la lucha antiterrorista del Gobierno para asegurarnos de que la policía y los servicios de seguridad tienen todos los poderes que precisan y la duración de las condenas es suficiente para mantener segura a la ciudadanía», enunció la reina. May confirmó que se creará una comisión para combatir el extremismo en todas sus formas a través de la sociedad y en internet, para atajar su difusión. Su deseo es crear un marco legal en materia digital.

Sobre la herida del incendio de la torre de Grenfell, May entonó el mea culpa y confirmó la apertura de una investigación pública sobre las causas del siniestro. «La ayuda a las familias en los primeros momentos no fue suficiente. La gente se quedó sin bienes, sin techo y sin ni siquiera información básica de lo que estaba pasando o de lo que debía hacer o donde encontrar ayuda. El Estado falló. Como primera ministra pido perdón y asumo la responsabilidad», aseveró.

La debilidad de May se percibe en el abandono de algunas de sus promesas sociales más polémicas y que tanto dañaron la campaña electoral de los conservadores. Ha desaparecido el plan de acabar con las comidas gratuitas para los escolares, o el cambio en la financiación de los gastos por el cuidado de las personas ancianas dependientes, que tomaría a crédito el valor de la propia vivienda del pensionista.

El líder laborista, Jeremy Corbyn, criticó lo escuálido del programa «de un Gobierno que ha perdido su mayoría y aparentemente se ha quedado sin ideas. Este sería un programa muy justo para un año, pero de ninguna forma puede llenar dos años».

EL DUQUE DE EDIMBURGO/ La ceremonia de apertura del Parlamento fue mucho más breve y sencilla de lo habitual en estas solemnes ocasiones. La reina cambió la carroza y los caballos por un lujoso automóvil. Isabel II iba vestida de calle y no portaba la corona. La jefa del Estado estuvo acompañada por el heredero al trono, el príncipe Carlos. Su esposo, el duque de Edimburgo, de 96 años, había sido hospitalizado la noche anterior en Londres. Fuentes de palacio aclararon que se trataba de una medida preventiva, relacionada con una infección que ya había padecido.