Quince meses le fueron suficientes para dispararse en una meteórica carrera política hasta la cumbre del poder mundial a Donald Trump, un empresario inmobiliario y estrella de la telerrealidad. Ahora, en siete días en la Casa Blanca, este septuagenario ha transformado radicalmente no solo las formas, sino también muchos principios políticos que han regido Estados Unidos durante décadas e incluso siglos.

La Administración y muchos de quienes votaron a Trump (si no la inmensa mayoría o incluso la totalidad de esos votantes) celebran la primera semana como una de «promesas cumplidas». Quienes advertían de la posible regresión e involución democrática lamentan haber tenido razón. Y las palabras que tuiteó ayer una de las más cercanas asesoras de Trump, Kellyanne Conway, tienen sentido opuesto según si las interpretan sus defensores o sus críticos: «Shock para el sistema. Y solo está empezando».

Tras una semana tan intensa como salpicada de caos para los estándares de cualquier Administración, EEUU amanecía ayer con personas que tienen la documentación necesaria para entrar en el país, ya sea como refugiados o como inmigrantes legales, frenados en las fronteras, y cientos de miles más conscientes de que enfrentan un veto por discriminación religiosa. Es el escandaloso fruto de la última de las 15 acciones que Trump ha tomado en sus primeros siete días usando el poder ejecutivo, el mismo del que él y los republicanos acusaban de abusar a Barack Obama. Y es el más poderoso recordatorio del poder que maneja Trump.

Las acciones ejecutivas que ha tomado (seis órdenes, ocho memorandos y una proclamación) satisfacen promesas de campaña como el abandono de tratados de libre comercio. La mayoría, no obstante, tienen más peso simbólico que real. A muchas (incluyendo la que afecta a la destrucción de la reforma sanitaria de Obama, la reactivación de dos oleoductos o la persecución de simpapeles y la construcción del muro con México) les queda un largo y complejo camino legislativo y legal por delante que no garantiza su aplicación.

LEGISLADORES / Han sido redactadas, en buena parte, sin consultar con las agencias encargadas de implementarlas o los legisladores que tienen que conseguir convertirlas en realidad. Y tras muchas de ellas se sabe que está la mano de Stephen Bannon y Stephen Miller, dos hombres que como buena parte del círculo más cercano de asesores de Trump (y como el propio presidente) han llegado a la Casa Blanca sin experiencia en el gobierno pero con una agenda decidida y radical.

A ese agresivo despliegue de poder le han acompañado otras muchas acciones en algunos casos menos visibles pero más efectivas y de consecuencias ya tangibles. La cruzada contra el aborto se libra con fuerza no solo dentro de las fronteras de EEUU sino también a través del recorte de fondos para oenegés internacionales. Una Administración plagada de negacionistas del cambio climático ha empezado a desandar pasos dados. Se ha impuesto una mordaza a las agencias federales. Y se han congelado decenas de regulaciones.

La transformación radical que representa Trump tiene otros elementos. Lo que dice, cómo y cuándo lo dice y lo que hace y cómo y cuándo lo hace forman un magma donde se combinan lo real y lo falso, lo trascendente y lo banal, lo preparado y lo lanzado por sorpresa y fuera de guion.

Sus obsesiones personales (como la cobertura de su toma de posesión) han sido elevadas a cuestiones políticas, igual que su encarnizado enfrentamiento con los medios de comunicación. Su Casa Blanca replica tanto la improvisación como la estrategia del «caos intencionado» que contribuyeron a hacer triunfal su campaña. En una semana en el Despacho Oval, Trump ha tenido también ya una crisis diplomática, con México, y se ha asomado a una guerra comercial (aunque en solo unas horas un anunciado impuesto a las importaciones mexicanas pasó a formar parte de la larga lista de solo una idea). En el aire está que llegue a usar el poder ejecutivo para iniciar una investigación por supuesto fraude electoral, una de las falsedades que usó en campaña y repite ahora que es presidente.

Pese a su primera reunión bilateral, que mantuvo el viernes con Theresa May, y 11 conversaciones telefónicas con líderes mundiales, el mensaje de «América primero» no ha desaparecido ni un día de su discurso. Y que ayer coincidiera con un cierre parcial de las fronteras de EEUU profundiza los miedos a un creciente aislacionismo. Arranca la semana número dos.