Con escasas expectativas de avances a corto plazo arrancaron ayer en Astaná, capital de Kazajistán, las conversaciones de paz para Siria entre representantes del régimen de Damasco y facciones opositoras sirias. Poco antes de dar inicio la sesión negociadora, fuentes rebeldes anunciaron su negativa a mantener reuniones cara a cara con miembros de la delegación gubernamental de Bashar el Asad.

El enviado de la ONU, Staffan De Mistura, destacó que el establecimiento de un mecanismo de vigilancia sobre el cumplimiento del alto el fuego actual era la tarea primordial que debían afrontar los negociadores. «En el pasado no teníamos (tal mecanismo) y es probablemente una de las razones por las que fracasamos», declaró.

Hablando en nombre de la representación rebelde, Mohamed Alluch demandó la «congelación de las operaciones militares y la mejora de la ayuda humanitaria» para la población civil, al tiempo que exigió que las milicias chiíes comandadas por el grupo libanés Hizbulá y las fuerzas kurdas del Partido de la Unión Democrática sean declaradas como «grupos terroristas».

Por su parte, el representante de la delegación de Damasco, Bashar Jafaari, destacó la necesidad de lanzar «un proceso político».