Donald Trump está un paso más cerca de la presidencia de Estados Unidos. Representantes de los distintos estados se reunieron ayer para hacer efectivo el voto por el que fueron escogidos en las elecciones del pasado 8 de noviembre. Al cierre de esta edición, todo apuntaba a que Trump conseguiría los 270 votos necesarios para asegurar su presidencia y ocupar el Despacho Oval de la Casa Blanca a partir del 20 de enero.

El proceso, conocido como colegio electoral, es un sistema de elección indirecta: en las elecciones de EEUU los votantes no eligen al presidente sino a representantes de cada partido, que luego se reunen en cónclaves en distintas ciudades del país para escoger quien ocupa el Despacho Oval. En principio, se trata un formalismo. Pero la ley (salvo en algunos estados) no obliga a los electores a votar de acuerdo con lo que han escogido sus electores. Por lo tanto, aunque altamente improbable, la sorpresa era posible.

Los que creían que podían cambiar la historia lo intentaron hasta el último momento. En decenas de ciudades hubo protestas para pedir a los electores que no votaran a Donald Trump. Fue el último intento a la desesperada de parar los pies al magnate. Durante las últimas semanas, algunos de los electores han recibido miles de cartas y correos electrónicos pidiéndoles que cambien su voto.

Al final, hubo sorpresas, pero dado el resultado global estas quedaron en meras anécdotas. En el estado de Maine, en el noreste del país, uno de los electores del Partido Demócrata no votó a Hillary Clinton, ni tampoco a Trump, sino al senador Bernie Sanders. El motivo, según explicaba en un comunicado, era representar a los jóvenes de su estado que entraron en política este año para apoyar la campaña de Sanders. «No puedo hacer nada para cambiar el resultado de las elecciones este año», escribía. «Pero animando a estos votantes idealistas para que sigan con nosotros quizás pueda cambiar el resultado de futuras elecciones».